20 sept

Reflexión lunes 20 de septiembre

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 16-18.

 En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie enciende una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»

Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Queridos amigos y amigas:

¿Qué es esto de que al que tiene se le dará? Si ya tiene para qué darle más. ¿Y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener? Es una injusticia quitarle lo poco que tiene. ¿Cómo entender esta enseñanza evangélica?

El evangelio de hoy nos permite descubrir la profundidad y la dimensión que se tiene desde el mismo momento que se recibe la novedad del Evangelio y se experimenta el Amor de Dios. Esa renovación que se recibe al dejarse encontrar por Jesús. La lógica del amor es la de salir y compartirse.

Una persona que vive de los valores del espíritu, que goza compartiendo su tiempo y su dinero con los hombres, su vida se carga de densidad, sus fuerzas se renuevan y todo parece renacer cada día. Hermana, hermano, dando te enriqueces; cuanto más te entregas más te posees.

Jesús habla de la necesidad de encender la lámpara. El discípulo no alumbra con su propia luz, sino con la luz verdadera que viene de Cristo. De ahí la necesidad de encender cada día la lámpara de nuestro espíritu con la luz de Cristo y recibir la fuerza y la iluminación del Espíritu Santo, para no hacer nuestra propia voluntad ni poner oídos sordos a la voz que nos habla suavemente para guiarnos y aconsejarnos.

La luz tiene la cualidad natural de difundirse y alumbrar, la luz que se propaga es la verdad de Cristo y su Evangelio; es la verdad de la semilla del Reino que Jesús ha plantado en la tierra y que se extiende y fructifica a pesar de todos los esfuerzos de aquéllos que pretenden ocultarla.

Esta certeza del triunfo de la luz, esta confianza absoluta en el poder y la victoria final del Evangelio, es la base de todo el mensaje de Jesús y de la Iglesia.

El brillar delante de los hombres no es en el creyente una finalidad en sí misma, sino que surge espontáneamente, como la ciudad edificada en la cima de un monte, que no puede ocultarse. Así también, la escucha de la palabra debe llevar a las buenas obras, que “brillan” y dan luz a los que permanecen en la oscuridad. Este es el contexto del dicho de la luz. Es más, las buenas obras son garantía de haber escuchado bien la palabra.

El Reino es siempre pequeño en sus inicios, pero tiene que ser conocido por todos los hombres, con obras, es decir, con el testimonio de una vida transformada, regenerada, iluminada, que se manifieste en acciones de fe y bondad para todos los que necesiten una mano firme que les sostenga.

Esas obras son las que tú y yo tenemos que hacer hoy con la luz del Señor. ¡Precisamente para eso los fieles hemos recibido la fuerza y los dones del Espíritu Santo!

Atrévete, hermana/o, a dar testimonio de tu fe y no te cohíbas si hay oposición. Tu Defensor te ayudará.

 ¡Feliz día!, disfrutad y dejaos moldear por Dios.

pastoral

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