26 oct

Reflexión lunes 26 de octubre

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacia dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»
Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Palabra del Señor

Reflexión

Cada vez que leemos un relato que narra un milagro de Jesús nos sentimos sorprendidos. Que una persona pueda pasar de estar enferma a tener buena salud es maravilloso, pero el asombro crece cuando una persona tiene poder para transformar el estado de enfermo en estado de  buena salud. ¿A que nos mueve escuchar los relatos de milagros? A ser humildes y confiar en la persona de Ntro. Señor suplicándoles por la salud de todos los enfermos y de un modo especial cuando vivimos esta pandemia que causa la muerte de muchas persona. El evangelio no nos dice que la mujer le pidiera la curación a Jesús, pero el hecho es que al verla el Señor reconoció su enfermedad y obró concediéndole la salud. Este gesto de Jesús nos tiene que motivar para pedirle la curación de tantas personas enfermas.

Esta acción del Señor nos suscitó la admiración del jefe de la sinagoga. Para restar importancia al milagro apela a la Ley que según el fariseo no estaba permitido curar en sábado. El valor de las personas está por encima de la letra de la ley y la autoridad tiene que estar al servicio de los hombres, como recuerda Jesús en otro pasaje del Nuevo Testamento. El Señor no quiere el dolor y el sufrimiento de sus hijos por eso ante la necesidad hay que recurrir a El como protector, sanador de nuestros males. Y así se lo pedimos:

-Por la salud de todos los enfermos.

-Para que los gobiernos hagan leyes justas que protejan la vida de todos.

-Por la paz en el mundo entero.

-Por nuestro misioneros y misioneras para que no les falte nuestra ayuda.

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