Reflexión lunes 4 de octubre
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 25-37.
En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella? Él contestó: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo. Él le dijo: Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Él contestó: El que practicó la misericordia con él. Jesús le dijo: Anda, haz tú lo mismo.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Queridos amigos y amigas:
Cuando pensamos en nuestro prójimo, siempre pensamos en los más alejados, no caemos en la cuenta que nuestro prójimo = (próximo), es el más cercano a nosotros.
Jesús nos invita a practicar la misericordia con todos, los alejados y los cercanos, esos a los que muchas veces ni vemos por estar cada día con nosotros compartiendo la vida. ¿Cuántas veces estamos con ellos y no les tendemos la mano?
Por ello, el evangelista hoy nos invita a no pasar, sino a detenernos, acoger, compartir, escuchar y acompañar. Cerramos los ojos ante los problemas que el mundo sufre porque no queremos darnos, no somos capaces de dejar nuestro egoísmo y vanidad, no somos capaces de “VER” más allá de nosotros.
Jesús nos pide que tengamos misericordia, compasión y, sobre todo amor, porque esta es la única forma que hay de ser hermanos y vivir los valores del Reino de Dios.
Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere donarse a los demás, y ese donarse cuesta, porque no a todos los tratamos o queremos de la misma manera. Por ello tenemos que lograr amar a todos por igual, sin ninguna distinción. Quererlos a todos, sin preferir a nadie. Es difícil mas no imposible.
Dios nos ha dado el ejemplo al vivir su propia doctrina: «no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos«, pero Él no la dio solo por sus amigos, sino también por sus enemigos, y muchos santos han hecho lo mismo.
Como el que celebramos hoy, “conozco a Cristo pobre y crucificado, y eso me basta«, dijo San Francisco de Asís. Sin duda, San Francisco ha sido un santo de inmensa importancia para la Iglesia, y lo sigue siendo hoy. Tan es así, que el Papa Francisco decidió tomar su nombre al asumir el pontificado para honrar su memoria y, al mismo tiempo, como una forma de pedir su intercesión. Es el mismo Papa quien alguna vez lo llamó “hombre de armonía y de paz”.
La humildad y el desprendimiento que Francisco vivía eran en esencia expresión de una convicción: “ante los ojos de Dios, el hombre vale por lo que es y no más”.
Imitemos a Cristo en su vida de donación a los demás, y vivamos con confianza y constancia su mandamiento: «vete y haz tú lo mismo«. Esto es ser buen samaritano.
Y tú, ¿eres ya un buen samaritano? ¿te has detenido alguna vez a lo largo del camino de la vida para curar las heridas del que sufre en su cuerpo o en su alma? ¿quieres ser, a partir de hoy, un buen samaritano para tu prójimo? Ojalá que sí.
¡Feliz día!, disfrutad y dejaos moldear por Dios.