Reflexión lunes 9 de diciembre
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,17-26):
Un día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones.
En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados están perdonados».
Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos:
«¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo:
«¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”».
Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios
El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían:
«Hoy hemos visto maravillas».
Palabra del Señor
Reflexión
En el Evangelio contemplamos la escena de la curación del paralítico, al que unos hombres, que muestran su fe y confianza superando todos los obstáculos, presentan a Jesús, que, al ver su fe, dice al paralítico: Hombre, tus pecados están perdonados.
Esta respuesta de Jesús realiza una curación muy distinta de la esperada. De ahí, el enfado de escribas y fariseos que han entendido perfectamente el mensaje: ¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?
Efectivamente, Jesús es Dios, verdadero Dios y verdadero hombre. Y, por eso, ante su incredulidad, Jesús confirma el perdón con la curación del paralítico.
Lo que nos lleva a la muerte profunda del ser es el pecado, es el vivir de espaldas a Dios, es quitar a Dios de nuestra vida. Cuando nos empeñamos en ocupar el lugar de Dios, acabamos paralizados por tantas ataduras: miedos, vacíos, insatisfacciones, dependencias
Y hoy el Evangelio nos anuncia la buena noticia de que Jesucristo tiene poder para romper todas esas ataduras. Lo hemos cantado en el Aleluya: Mirad, el Rey viene, el Señor de la tierra, y él romperá el yugo de nuestra cautividad, y en el Salmo: Nuestro Dios viene en persona y nos salvará.
¿Qué hemos de hacer? Pues lo que has visto en el Evangelio: presentarte delante de Jesús, remover los obstáculos, y entregarle tus pecados, tus dolencias, tus ataduras… También ayudar a otros, presentárselos a Jesús.
Y entonces verás en tu vida lo que anuncia Isaías: El desierto y el yermo se regocijarán… florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.
Este tiempo de Adviento es un tiempo de gracia para que te acerques a Jesús, en la oración, pero especialmente en el Sacramento de la Penitencia: ahí te espera el Señor para regalarte su curación más profunda: el abrazo del perdón. Lo hemos cantado en el Salmo: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está cerca de los que lo temen, y la gloria habitará en nuestra tierra.