28 de julio

Reflexión martes 28 de julio

Mt 13,36-43 

Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo.

 En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:

-«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó:

-«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

REFLEXIÓN

Mediante esta parábola del trigo y la cizaña se nos invita a pensar sobre el bien y el mal que convive en los demás o que vemos conviviendo en el mundo. No siempre resulta fácil darnos cuenta de lo que esto significa, pues nuestra impaciencia nos empuja tantas veces a querer eliminar el mal comprometiendo la existencia del bien. Es decir, si leyéramos la parábola y no solo su explicación, Jesús relata cómo el dueño del campo dice a los trabajadores, ante la prontitud de ellos por querer poner una solución, que no arranquen la cizaña ya que con ello podrían arrancar también el trigo. Y si siguiéramos leyendo la parábola en su contexto, a saber, con las parábolas del grano de mostaza y la levadura, entenderíamos que el bien muchas veces se inicia en cada uno de nosotros como algo minúsculo y casi imperceptible. En definitiva, la parábola del trigo y de la cizaña es una invitación a poner en práctica la virtud de la paciencia con los demás, con el mundo, y, sobre todo, con uno mismo.

 

ORACIÓN

Escucha, Señor, nuestras súplicas

y, con la luz de tu misericordia,

alumbra la oscuridad de nuestro corazón:

que los que hemos sido iluminados por tu claridad

no andemos nunca tras las obras de las tinieblas.

Amén.

 

pastoral

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