martes 30 de junio

Reflexión martes 30 de junio

Evangelio según San Mateo (Mt 8,23-27)

Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole:  ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!

El les dijo: ¡Cobardes! ¡Qué poca fe! Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.

Ellos se preguntaban admirados: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!

REFLEXIÓN

El lago de Galilea tiene sus propias peculiaridades. A unos doscientos metros bajo el nivel del mar y rodeado de barrancos y montañas empinadas, a menudo soplan vientos fríos por sus cuestas que, inesperadamente, levantan tormentas violentas sobre la cálida superficie del lago. No obstante, esto no parece justificar del todo la escena del evangelio, pues los discípulos eran pescadores experimentados y estaban experimentados en pescar en ese mismo lago. Por lo que, si ellos pensaban que estaban a punto de hundirse, quiere decir que la situación era verdaderamente peligrosa.

Existe un marcado contraste en esa escena. Ante la tormenta y el terror de los discípulos, Jesús duerme. Hay que notar que en Mateo el sueño no es solo señal de cansancio, sino también expresión de confianza tranquila en Dios. Así que el contraste está directamente relacionado con la diferencia de actitud de seguridad en Dios ante la dificultad.

Frente a las múltiples expresiones de fe que el cristiano puede manifestar, la comprobación de la verdadera fe está en mantenerse incólume ante la calamidad. ¿Por qué? Sencillamente, porque es ahí, en la adversidad, donde se ve si el ser humano sabe o no sabe que es Dios quien aguarda.

PARA PREGUNTARSE UNO A SÍ MISMO:

¿En quién confío realmente cuando las cosas van mal?

¿Quién es Jesús para mí?

ORACIÓN

Escucha, Señor,

nuestras súplicas y,

con la luz de tu misericordia,

alumbra la oscuridad de nuestro corazón:

que los que hemos sido iluminados por tu claridad

no andemos nunca tras las obras de las tinieblas.

Amén.

pastoral

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