Reflexión miércoles 1 de febrero
Del evangelio según san Marcos 6,1-6:
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita, como siempre, a la conversión. A superar los prejuicios que nos impiden acoger plenamente a Jesucristo en nuestra vida.
Hoy contemplamos a Jesús enseñando en la Sinagoga de Nazaret, su pueblo.
Tres cosas escandalizan a los que le escuchan: su origen, su sabiduría y sus milagros: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero?
¿Por qué se escandalizan de él? Porque no tenían fe.
Y es que a la “familia” de Jesús no se entra por el parentesco o por los lazos sociales: se entra por la fe, por creer y confesar que Jesús es el Señor.
Y para esa confesión hace falta antes acoger el don del Espíritu Santo: Nadie puede decir «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, 3).
Y por esta falta de fe Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos.
Y hoy también tú te puedes “escandalizar de Jesús”. Nos escandalizamos cuando miramos a Jesús sin el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que nos hace ver más allá de las apariencias. Nos hace ver el designio de Dios más allá del “envoltorio” con el que, a veces, se nos presenta este designio.
A veces, este “envoltorio” no nos gusta o nos desconcierta. Y podemos acabar rechazando el regalo precioso que se esconde debajo del envoltorio. Y… lo importante es que quites el envoltorio y te encuentres con el Regalo.
Por eso, cada día hemos de invocar al Espíritu Santo para que nos de una mirada de fe para poder mirar más allá de las apariencias. Cuando no tenemos el Espíritu Santo, todo se vuelve complicado.
Entonces, fácilmente acabamos viendo a Jesús, como un “personaje” del pasado; Dios, como una idea que no da vida; el Evangelio, como literatura bonita; el discipulado, como una exigencia; los hermanos, como una carga; la Iglesia, como una ong; la evangelización, como mera propaganda; la liturgia, como un rito anticuado y vacío…
¡No te dejes robar a Jesucristo vivo y resucitado! Mis ovejas escuchan mi vos, dice el Señor, y yo las conozco, y ellas me siguen. Entonces podrás ver los milagros que el Señor hace todos los días en tu vida.
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
Acción Familiar
«“Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?” (Lucas 6, 32).
Gesto
- Encendemos una vela
- Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
- Gesto en Familia:
A veces amar a los que me rodean es difícil. ¿Cómo me encuentro hoy?
¿Hay algo que lamento? ¿Tengo que pedir perdón por algo?
Lo comparto con los demás miembros de mi familia.
- Oración final:
Señor Jesús, al llamarte en el día de hoy,
Pido la gracia de creer en lo que podría llegar a ser y hacer,
si solo te permitiera continuar su obra en mí.
Dejar que Dios, quien me creó y me ama, continúe creándome,
guiándome y dándome forma.
Dios creador del universo, de la luna y las estrellas,
de la tierra, de cada molécula, átomo, de todo lo que es y existe:
Dios está en cada latido de mi corazón.
Dios está conmigo, ahora.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.