Reflexión miércoles 11 de enero
+ Lectura del santo Evangelio según san Marcos, 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca.»
Él les respondió:
-«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
En estos días, el evangelista san Marcos nos va a contar varias curaciones milagrosas, y también cómo nos va sanando el Señor.
Sobre el misterio de la enfermedad, el Catecismo de la Iglesia Católica, nos dice:
La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud (n. 1500).
La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de enfermos de toda clase son un signo maravilloso de que «Dios ha visitado a su pueblo» y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados: vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo (n. 1503).
A menudo los enfermos tratan de tocar a Jesús. Así, en los sacramentos, Cristo continúa tocándonos para sanarnos (n. 1504).
Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades (cf. Mt 8, 17; Is 53, 4).
No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua… En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el pecado del mundo, del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora
Cristo nos invita a seguirle tomando a su vez su cruz. Nos asocia a su vida pobre y humilde. Nos hace participar de su ministerio de compasión y de curación (cf. Mc 6,12-13) (n. 1506).
El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de curación (cf. 1 Co 12,9.28.30) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más fervorosas obtienen la curación de todas las enfermedades: mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza, Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. 2 Co 12, 9; Col 1,24). (n. 1508).
¡Sanad a los enfermos! (cf. Mt 10,8). La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos, como por la oración de intercesión con la que los acompaña. Cree en la presencia vivificante de Cristo, que actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía (cf, 1 Co 11,30). (n. 1509).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
Acción Familiar
«Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios” (Marcos 1, 35).
Gesto
- Encendemos una vela
- Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
- Gesto en Familia:
Todos tenemos nuestros demonios, esas costumbres o manías de las que me cuesta liberarme y que siento que podría mejorar. ¿En cuál de ellas me puede ayudar mi familia? Lo comparto con los demás miembros de mi familia.
- Oración final:
Señor Jesús, al llamarte en el día de hoy,
percibo que a menudo llego sólo a pedirte favores.
Hoy sólo deseo estar en Tu Presencia.
Que mi corazón pueda responder a Tu Amor.
Me creaste para vivir en libertad.
Que Tu Espíritu Santo me guíe para seguirte libremente.
Instala en mi corazón el deseo
de conocerte y amarte cada día más
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.