13 jul

Reflexión miércoles 13 de julio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-27.

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.

Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie Conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Hoy, la Palabra nos sigue invitando a la conversión.

       Si en los días anteriores nos ha advertido de las trampas del fariseísmo o de la rutina, hoy nos pone en guardia contra la peor de todas las idolatrías: creer que tú eres dios; que te das la vida a ti mismo; que eres dueño de tu vida, de tu historia, del bien y del mal…

       El profeta Isaías nos advierte del riesgo de la soberbia existencial, del riesgo de que la criatura se rebele contra el Creador.

       Y, por ello, la clave de la conversión está en la humildad, que es la puerta de la fe. Nos la ha dicho Jesús en el Evangelio: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños.

       Humildad que te lleva a salir de la autosuficiencia y la arrogancia para reconocer que todo es don; humildad que te lleva a aceptar tus pobrezas, y a entregárselas al Señor para que las sane y las transfigure; humildad para entrar en tu historia, y encontrarte ahí con Jesucristo Resucitado que lo hace todo nuevo por el poder de su Espíritu.

       Humildad para fiarte que los criterios y los planes del Señor son mejores que los tuyos… Humildad de confiarte al amor de Dios, Amor que se vuelve medida y criterio de tu propia vida. Humildad para ser agradecido.

       Humildad para tomar la cruz, para confiar ahí en el Señor: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo. Y en el abajamiento de ti mismo, experimentar cómo el Señor viene a colmarte de su amor. La presencia del Señor da la felicidad.

         Al cielo se sube, bajando. La fe se vive en la gratuidad y se expresa en la alabanza. La gratitud es la memoria del corazón.

       ¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

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