Reflexión miércoles 15 de diciembre
Del evangelio según san Lucas 7, 19-33
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor:
–«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»
Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron:
–«Juan, el Bautista, nos ha mandado a preguntarte: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?»»
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Después contestó a los enviados:
–«Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí.»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
El evangelio nos presenta a san Juan Bautista que manda a dos discípulos suyos a preguntarle a Jesús si es el Mesías, el Salvador. La respuesta de Jesús es afirmativa: Jesús es el Salvador, el Mesías, el que tenía que venir, en Él se cumplen las profecías del Antiguo Testamento: los ciegos ven, los sordos oyen…
Con ello, la Palabra de Dios te invita a vivir la Navidad de tal manera que no se quede ni en una fiesta puramente sentimental, ni en un mero recuerdo histórico del Nacimiento de Jesús, ni mucho menos aún en una fiesta comercial y consumista, sino que abras tu corazón de par en par al Señor, que aceptes en tu vida que Jesús es el Señor, el Mesías, el Salvador, y, que, por tanto, prepares tu corazón para acogerle.
Jesús es el Mesías, el Salvador, y no hay que esperar a otro. Él es el único Maestro y el único Señor, Él es el único que puede darle la vida, la paz, la felicidad; el único que puede dar sentido a tu vida.
La primera lectura, del profeta Isaías, nos lo ha recordado varias veces: Yo soy el Señor, y no hay otro.
Esta llegada de Jesús te debe llenar de alegría, porque llega tu salvación, llega la luz que necesitas para salir de la oscuridad, llega la esperanza.
Y el gran peligro es sentirte escandalizado por Jesús. Se siente escandalizado por Jesús aquel que no le acepta, aquel que rechaza su doctrina y su enseñanza, aquel que rechaza la Iglesia que Él ha fundado.
Sentirse escandalizado por Jesús es querer convertirte tú en «maestro» para discutir con Jesús, para «negociar» las exigencias del Evangelio, para hacerte el Evangelio a tu medida.
Sentirte escandalizado por Jesús es olvidar que todos somos discípulos, que no tenemos más que un sólo Maestro: Jesucristo, el Señor.
Sentirse escandalizado por Jesús es ponerle condiciones para seguirle, aceptar el evangelio a medias, hacer sólo lo que te conviene…y en un corazón así no puede nacer el Señor.
Por eso, es necesario limpiar todo obstáculo, es necesaria la conversión de todo pecado que pueda haber en tu corazón para que el Señor pueda llenar tu vida y darte la felicidad y la salvación que viene a traerte.
¡Ánimo! Pide el don del Espíritu Santo, para que prepare tu corazón. Entonces podrás acoger a Jesucristo no como una carga sino como un don, y lo mirarás no como una amenaza sino como una aventura.
A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
Acción Familiar
Hasta los pelos de nuestra cabeza están contados, con tal delicadeza y finura nos ha creado Dios. Además, nos promete que ni uno se perderá, indicando así que todo el bien que hagamos y todo el mal que suframos por el Evangelio será recompensado con la entrada en el Reino de Dios.
Gesto
- Encender las velas de la Corona de Adviento.
- Comienzo: En el nombre del Padre….. (Señal de la Cruz)
- Gesto en Familia:
- Compartir en familia iniciando juntos esta breve oración:
En la Presencia de Dios recuerdo honestamente mis sentimientos del día anterior, mis alegrías, mis penas y mis esperas… ¿Puedo ver en cuáles estaba presente Dios?
- Breve silencio
- Compartir
- Oración final:
Señor, es siempre agradable estar en Tu presencia.
Cuando llego a Tu Presencia, Señor,
sé que estoy en la presencia de mi Creador.
Tú me creaste por Amor.
Tú incluso conoces la cantidad de cabellos en mi cabeza.
Tú Presencia, Señor, es la más grande de todas.
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo,
Como era en un principio,
Ahora y siempre.
por los siglos de los siglos
Amén.