Reflexión miércoles 15 de octubre
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor
Reflexión
Hoy celebramos la memoria, fiesta, solemnidad (depende de los lugares, naciones y diócesis) de santa Teresa de Jesús. Una santa, una reformadora, una mujer que no se quedó en casa, dedicada a sus labores, como era la norma para la mayoría de las mujeres de la época. Es verdad que entró en un monasterio de clausura pero eso no significó ni que se quedase callada ni que se quedase quieta. Su reforma de la vida de las monjas carmelitas tuvo tal trascendencia que llegó a imponerse incluso en la rama masculina de la orden: los carmelitas descalzos. Y no eran tiempos fáciles ni para hombres ni para mujeres que la Santa Inquisición andaba continuamente a la búsqueda de herejes y desviacionistas para juzgarles y, si era posible, condenarlos. Pero esos temores no detuvieron a la monja andariega que no hacía más que fundar “palomarcicos” donde grupos pequeños de mujeres pudiesen vivir su vocación de una manera sencilla y con fidelidad al carisma fundacional de la orden y que no se pareciesen a esos monasterios que habían sido ocupados por las señoras de la nobleza como su lugar de retiro y vida tranquila.
Hoy en la Iglesia sigue haciendo falta hombres y mujeres como Teresa de Ávila: intrépidos, valientes, decididos, que no se dejen asustar por los que parece que mandan ni en la Iglesia ni en el mundo, pero que a veces son muy prudentes y más veces aún poco fieles al Evangelio.





