Reflexión miércoles 18 de mayo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Palabra del Señor
Reflexión
El que es de Cristo es una criatura nueva y va dando frutos de santidad. Pero para poder dar esos frutos, la clave está en permanecer unidos a Cristo, porque sin mí no podéis hacer nada, porque Él no es simplemente “un sabio” sino que es el Señor, el Salvador.
La Palabra nos ha dado algunas pistas de lo que significa ese permanecer.
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Estamos llamados a vivir una relación personal, una relación de amor: vivir en comunión con el Señor, tener sus mismos sentimientos y actitudes. Preguntarle cada día: Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Cómo quieres que viva hoy? Ser cristiano no es un moralismo, un cumplimiento de normas, sino un seguimiento del Señor, un dejarte llevar por donde Él quiera llevarte.
El sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid. Recuerda que tú no eres dios; tú no te das la vida a ti mismo. Necesitas estar unido al que es, a Jesucristo.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. El discípulo vive de escuchar al Maestro, de dejarse podar por la Palabra, que tiene vida eterna. De dejar que esta Palabra te vaya re-creando, dándote la mente de Cristo. Dejarse podar también por la Cruz, por tu cruz.
Y también permanecer en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. No has sido creado para la soledad, sino para la relación, la comunión y la donación. Darás fruto si vives en comunión con la Iglesia, con los hermanos que el Señor te ha dado. Darás fruto viviendo la fe en la Iglesia, recibiendo de ella los sacramentos, especialmente la Eucaristía y alabando al Señor con los hermanos y sirviéndoles con generosidad.
Esa es la clave para poder vivir este tiempo de dificultad como un tiempo de gracia: permanecer en el Señor.
Y todo ello animado por el Espíritu Santo. No en tus fuerzas, sino en la fuerza del Espíritu. Dejándote llenar por sus dones, acogiendo los carismas y buscando en todo la gloria de Dios y no la tuya. Buscando en todo hacer la voluntad de Dios y no la tuya.
Jesucristo es la piedra angular sobre la que el Espíritu Santo quiere construir el edificio de tu vida.
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
Acción Familiar
“Yo soy la vid y ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada.” (San Juan, 15; 7)
Gesto
- Encendemos una vela.
- Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
- Gesto en Familia:
¿Cómo me siento en realidad? ¿Bien? ¿No tan bien?
Puedo estar muy en paz, feliz de estar aquí…
También puedo sentir frustración, preocupación o enojo…
Asumo cómo estoy en realidad. Es el yo real el que Dios ama…
Es el yo que soy en mi familia… Lo comparto con los demás miembros de mi familia.
- Oración final:
Señor Jesús, al llamarte en el día de hoy,
percibo que a menudo llego sólo a pedirte favores.
Hoy sólo deseo estar en Tu Presencia.
Que mi corazón pueda responder a Tu Amor.
Pido la gracia de creer en lo que podría llegar a ser
y hacer, si solo le permitiera a Dios continuar su obra en mí.
Dejar que Él, quien me creó y me ama,
continúe creándome, guiándome y dándome forma.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.