19 oct

Reflexión miércoles 19 de octubre

Del evnagelio según san Lucas 12,39-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre.

Pedro le preguntó:

-Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?

El Señor le respondió:

-¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?

Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.

Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.

El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.

PALABRA DEL SEÑOR

REFLEXIÓN

       Hoy san Pablo nos habla del misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu.

       Este misterio que Dios ha querido que sea testimoniado mediante la Iglesia que es sacramento universal de salvación, por medio del cual Cristo manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre (cf. Catecismo 774-776).

       Este misterio es la revelación de que Dios te ama, te ha creado por amor y te llama a vivir una vida de amistad con Él. Es la buena noticia de que por la fe en Jesucristo, Dios llama gratuitamente a todos los hombres a la salvación: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cf. 1 Tm 2, 4).

       Por eso, hay que anunciar, con la fuerza del Espíritu Santo, este misterio a todos los hombres. A este anuncio ha dedicado san Pablo toda su vida. Por esta misión Pablo está prisionero en la cárcel: para este ministerio fui constituido heraldo y apóstol (cf. 1 Tm 2, 7).

      Y, misteriosamente, Dios nos envía a anunciar esta buena noticia: A mí, el más insignificante de los santos, se me ha dado la gracia de anunciar a los gentiles la riqueza insondable de Cristo.

        El plan de Dios se realiza mediante personas concretas, que han recibido la llamada y la gracia para la misión. Dios capacita a los elige; no, elige a los capaces. Dios se sirve siempre de los pequeños: lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso… de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor… el que se gloríe, que se gloríe en el Señor (cf. 1 Co 1 , 27s).

       También tú, si has acogido este misterio, con tu vida y con tu palabra anunciarás a los demás esta buena noticia.

        ¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

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