6 abr

Reflexión miércoles 6 de abril

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».

Él contestó:

«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:

«El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos»».

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».

Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras

otro:

«¿Soy yo acaso, Señor?».

Él respondió:

«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él·pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

«¿Soy yo acaso, Maestro?».

Él respondió:

«Tú lo has dicho».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

       En la primera lectura escuchamos el tercer cántico del Siervo de Yahvé

       El Siervo de Yahvé, inocente, injustamente perseguido, mudo ante quienes le maltratan, no se defiende con la violencia, sino que la rechaza. Carga con el pecado del mundo, acepta el sufrimiento injusto. En silencio, sin defenderse. Sin pedir el castigo para los enemigos.

       Esto es lo que hará Jesucristo, verdadero Siervo de Yahvé: Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; no replica al odio con la venganza, sino con el perdón. La última palabra la tiene el amor.

       En el Evangelio contemplamos la traición de Judas y los preparativos de la cena pascual, que era el acontecimiento principal de la pascua judía; era una celebración familiar en la que se recordaba la liberación de Egipto.

       Ahora Jesús se reunirá con su nueva familia: sus discípulos. Les anuncia la traición de Judas.

        Es significativo que todos los discípulos cuando se dirigen a Jesús, le llaman Señor, excepto Judas, que le llama maestro, el título que usaban los adversarios de Jesús. Judas habla como los enemigos de Jesús, porque no ha comprendido que Jesús es el Señor.

        Judas ha estado mucho con Jesús, pero no le ha dejado ser el Señor de su vida. Este es el misterio y el drama de la libertad del hombre.

       Jesús les explica el sentido de su muerte, dejándoles la Eucaristía como memorial de la nueva Pascua que inaugura con su entrega: Jesús es el verdadero Cordero pascual, que entrega su vida libremente por amor y en obediencia a la voluntad del Padre.

       En este tiempo el Señor nos invita a orar con la Palabra: El Señor Dios me ayuda… mi defensor está cerca… Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Miradlo, los humildes, y alegraos; buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres.

       ¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

pastoral

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