Reflexión miércoles 6 de octubre
Del Evangelio según san Lucas 11, -1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
-Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
El les dijo:
-Cuando oréis, decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación».
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
El Aleluya de hoy nos dice: Hemos recibido un espíritu de hijos, que nos hace exclamar: ¡Padre!.
Esta es la clave: ¡Dios te ama! Dios es tu Padre. El Padre bueno que cuida de ti.
Vivir de la fe es vivir esta relación de amor y de intimidad con Dios: es vivir como hijo de Dios; es haber sido tocado por el amor de Dios y empezar a responder cada día a este amor, viviendo una relación personal con el Señor, que te ama.
La fe no es una teoría que se conoce, sino una vida que se disfruta.
Y esta relación personal con el Señor hay que cuidarla, y la oración es como la respiración del alma.
Por eso, cada día, necesitas decirle al Señor: Señor, enséñame a orar; enséñame a ser discípulo, enséñame a confiar y a descansar en ti.
Cada día has de pedir el don del Espíritu Santo que es el intercede por nosotros con gemidos inefables, es el que purifica nuestro corazón y nos “conecta” con el Señor.
Y el Señor nos enseña el Padre nuestro, que es una oración de petición, y así nos enseña las prioridades de nuestra oración, purifica nuestros deseos y nuestro corazón.
El Padre nuestro, comienza subrayando esta relación de amor y de confianza en Dios, que te ama: ¡ábrele el corazón! ¡Ponlo todo en las manos del Padre!: tus heridas, tus sufrimientos, tus miedos, tus complejos, tus pecados, tus preocupaciones, tus problemas, tus alegrías, tus proyectos, tus deseos…
¡Entrégaselo todo al Señor! ¡Nadie te ama como Él! Y, por el don del Espíritu Santo, dile: ¡hágase tu voluntad! Pídele el poder descansar, confiar.
Si crees, verás la gloria de Dios.
También decimos Padre nuestro. No puedes llamar a Dios Padre, si no tienes a la Iglesia por madre, si no vives en comunión con la Iglesia y si no amas a los hermanos que el Señor te ha dado, como un don. Pídele al Señor poder mirarlos como El los mira. No podemos rezar de manera individualista.
A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).