Reflexión miércoles 9 marzo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11,29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
En nuestro camino hacia la Pascua, hoy la Palabra nos invita a ser discípulos, a no quedarnos en simples curiosos o meros admiradores de Jesús.
La Palabra hoy nos muestra una de las diferencias entre la curiosidad y el discipulado. Esa diferencia es la conversión.
El curioso, reclama signos y milagros que sacien su curiosidad y su sed por lo maravilloso. Busca una gracia barata, con signos extraordinarios. Le interesa más “resolver” sus problemas que seguir a Jesús.
Pero, no. El camino de la fe, ordinariamente es otro: es el camino de Abrahán: salir de tu tierra y recorrer el camino que el Señor te pone delante, fiado únicamente en su Palabra.
El discípulo, vive con espíritu de conversión, vive acogiendo confiadamente la Palabra y guardándola en el corazón.
El discípulo ha descubierto que el gran signo de la llegada del Reino de Dios es el mismo Jesús y su predicación, ha experimentado que esta Palabra tiene vida eterna, que es una buena noticia.
Si quieres encontrarte con Jesucristo, no pidas otros signos. No. La clave está en que te conviertas, en que, como los ninivitas, abras tu corazón al Señor y te fíes de su Palabra.
¡Si crees, verás la gloria de Dios! Entonces podrás ver numerosos milagros. Pero al estilo de Dios, no al tuyo.
Si no tienes espíritu de conversión, no te convencerá ni aunque resucite un muerto y venga a visitarte (cf. Lc 16, 31).
En cambio, si vives de la fe, si tienes el corazón abierto al Espíritu Santo, reconocerás en tu vida la mano de Dios, que manifiesta a los suyos su poder y su amor. Tu vida entera se convertirá en el espacio de un milagro, porque también tú verás que no estás solo, que el Señor está contigo haciendo nueva toda tu vida.
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).
Acción Familiar
«Hago una pausa, con la conciencia que Dios está aquí. Pienso como todo lo que me rodea, tanto el aire que respiro, como todo mi cuerpo, vibra y canta con su Presencia»
Gesto
- Encendemos una vela.
- Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
- Gesto en Familia:
Recordamos nuestro propósito cuaresmal y compartimos con los demás miembros de la familia cómo nos está yendo.
- Oración final:
Señor,
concédeme la Gracia
de poseer la libertad de espíritu.
Limpia mi corazón y mi alma
para que pueda vivir alegremente en Tu Amor.
Ayúdame a recordar que Tú me diste la vida.
Gracias por el regalo de vivir.
Enséñame a caminar más lentamente por la vida,
a estar quieta/o y disfrutar de los placeres creados para mí.
Poder tener presente la belleza que me rodea:
la maravilla de las montañas, la tranquilidad de los lagos,
la fragilidad del pétalo de una flor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.