10 sept

Reflexión sábado 10 de septiembre

Oración inicial

Señor, estamos viviendo en un tiempo en que faltan principios sólidos, convicciones profundas, a la hora de obrar. No vale el decir que esto es lo que hace todo el mundo. Nosotros queremos asentarnos en la verdad del Evangelio. En él se recoge el actuar de Jesús. Nosotros, Jesús, queremos seguirte, poner nuestros pies en las huellas que dejaron los tuyos, apoyarnos en Ti y en tus palabras. No basta saberlas. Ellas son nuestra roca cuando las ponemos en práctica. Señor, ayúdanos a cumplirlas.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 43-49)

En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: No hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, ¿y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.

Palabra del Señor

Reflexión

En la Biblia, lo verdadero es lo firme, lo sólido. Según esto, la fe no consiste en “creer lo que no se ve” como nos han dicho de niños, sino apoyar nuestra vida en lo sólido, en lo seguro, en lo que permanece. Y en este evangelio, Jesús nos dice que aquello que da seguridad es el escuchar sus palabras y ponerlas en práctica. Y sabemos que las palabras de Jesús, antes de ser predicadas, han sido vividas por Él. Y nosotros, los que cada día leemos y escuchamos sus palabras, nos debemos preguntar: ¿Es Jesús mi roca? ¿Me siento seguro con Él? ¿Es Jesús capaz de hacerme feliz? Hay mucha gente indecisa, insegura, y vienen a nosotros y nos hacen preguntas. ¿Qué debemos decirles? Por supuesto, no les demos teorías, no les digamos que “doctores tiene la Santa Iglesia que sabrán responder”. Con mucha humildad y sencillez, les podemos decir: Hace muchos años que conozco a Jesús y trato de seguirle. Tengo, como todo el mundo, problemas, dificultades, enfermedades, pero estando con Él no me hundo, no tiro la toalla, encuentro paz y alegría interior. Cuando alguna vez peco y conscientemente me aparto de ÉL, me siento mal. Y sólo volviendo a Él encuentro la paz profunda, el gozo verdadero. A mí, con Jesús me ha ido bien, me va bien. ¿Por qué no pruebas tú?

Señor, te confieso que hoy tu palabra me ha tocado por dentro. Puedo pasar toda mi vida leyendo la Biblia, asistiendo a la Eucaristía, creyéndome cristiano y, sin embargo, puedo estar perdiendo, malogrando estos preciosos años de vida que me regalas. Señor, no quiero vivir de fachada, de apariencia, de teorías. Quiero asentar mi vida sobre la roca firme de tu Palabra hecha carne y vida en mí. ¡Ayúdame, Señor!

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