18 de julio

Reflexión sábado 18 de julio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,14-21):

En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»

REFLEXIÓN

¡Se veía venir¡ al afirmarse como Señor del sábado, Jesús ha blasfemado. ¡Es el riesgo que tiene vivir la libertad de la fe!
Jesús podía hablar hermosas parábolas, curar a los enfermos, hacer milagros… pero si toca lo establecido, lo seguro, si cuestiona lo «de siempre», entonces te salen adversarios por todos sitios. Sus adversarios se ponen de acuerdo sobre los medios que han de emplear para desembarazarse de él. Empiezan a ver «demonios» donde antes veían el dedo de Dios. Lo que rechazan, en definitiva, es la novedad que representa el anuncio del Reino, el aire fresco que trae Jesús con su evangelio decidido a oxigenar los corazones y la mente de todos los que dicen creer en Dios pero en el fondo viven como si Dios no existiera.
Jesús se retira a un descampado y, aunque sigue curando, prohíbe a sus beneficiarios que revelen su identidad.
Para los discípulos, a quienes ya ha explicado los peligros que entraña la misión, hay como un anuncio de la Pasión, profetizado ya por Isaías: en su retiro, Jesús es ya el Mesías sufriente, el Siervo «discreto».

pastoral

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