Reflexión sábado 19 de junio
Lectura del Evangelio según san Mateo 6, 24-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con que se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento ¿Y porqué se preocupen por el vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas.
Palabra del Señor
Reflexión
El Señor nos invita a tener una mirada contemplativa de la creación. ¡Mirad los lirios del campo! Son una verdadera maravilla. Nuestra vista se recrea con sus colores tan bellos y nuestro cuerpo con sus perfumes tan exquisitos. Y todo como regalo del Padre. Porque ¿Cómo crecen los lirios? No necesitan la presencia de un campesino que tire de ellos sino sólo la presencia silenciosa del Padre que, en el momento oportuno, envía el sol, el aire, y la lluvia, es decir, sus caricias de Padre.
Y si Jesús recrea su vista en la contemplación de la Naturaleza, ¿cómo no va a contemplar la obra suprema de la naturaleza, que es el hombre? Jesús se recrea y se extasía ante un hombre libre, que no está dividido por dentro con fuerzas extrañas que le esclavizan y no le dejan ser persona. Jesús goza contemplando a una persona que ha puesto todo su corazón en Dios, su Dueño y Señor.
Mientras vivimos no debemos ser egoístas, pensando sólo en nosotros mismos. Pensemos en Dios, nuestro Padre Bueno, que ha creado todo por amor. Pensemos en alabarle, bendecirle, agradarle.
Caigamos en la cuenta de lo maravilloso que debe ser una vida entregada a Dios y a los hermanos, sin pensar en otra recompensa que el agradar a DIOS en todo.
El Papa Francisco nos dice…
¡Qué hermoso es esto! ¡Dios no se olvida de nosotros! ¡De ninguno de nosotros! Con nombre y apellido. Nos ama y no se olvida. ¡Qué hermoso pensamiento! Esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelismo en la página del Evangelio de Mateo: “Mirad las aves del cielo -dice Jesús-: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. (…) Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos”.
Pensando en tantas personas que viven en condiciones de precariedad, o incluso en la miseria que ofende su dignidad, estas palabras de Jesús podrían parecer abstractas, si no ilusorias. ¡Pero en realidad son más que nunca actuales! Nos recuerdan que no se puede servir a dos amos: Dios y la riqueza. Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Tenemos que oír bien esto. Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Si en cambio, confiando en la providencia de Dios, buscamos juntos su Reino, entonces a nadie le faltará lo necesario para vivir dignamente.
Un corazón ocupado por la furia de poseer es un corazón lleno de esta furia de poseer, pero vacío de Dios. Por eso Jesús ha advertido varias veces a los ricos, porque en ellos es fuerte el riesgo de colocar la propia seguridad en los bienes de este mundo. En un corazón poseído por las riquezas, no hay más espacio para la fe. (S.S. Francisco, ángelus del 2 de marzo de 2014)