Reflexión Sábado 25 de abril
«No tengáis miedo»
El Evangelio de hoy narra la travesía de los discípulos de Jesús, a través de un lago revuelto por las olas y envueltos en la oscuridad de la tarde.
Podemos ver esta travesía como metáfora de la existencia humana.
El Papa Francisco la utilizó en su homilía del 27 de marzo, cuando concedió la bendición Urbi et Orbi: “Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: ‘perecemos’ (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.
Lo importante es saber que el Señor sigue allí, aun en medio de la oscuridad, cuando el viento sopla fuerte contra nosotros y las aguas de la existencia se encrespan.
Por eso podemos pedirle: “Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo». Y nosotros, junto con Pedro, «descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas» (Papa Francisco).