Reflexión sábado 3 de junio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (11,27-33):
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Jesús les respondió: «Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme.»
Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: «¿Y por qué no le habéis creído?» Pero como digamos que es de los hombres…» (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.)
Y respondieron a Jesús: «No sabemos.»
Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN:
¿Con qué autoridad haces esto? “Autoridad”, en boca de los sacerdotes y de los escribas, indica “poder”, “fuerza”, “dominio”, “capacidad de imponer leyes y de juzgar”. Ésta es la autoridad que ellos tenían en el Templo y que, de ninguna manera, querían perder. Toda autoridad humana tiende a controlar todo, a dominar todo, para así mantenerse en el poder. Los escribas y sacerdotes, que viven muy bien incluso económicamente en su cargo, ven en Jesús un enemigo peligroso. Por eso intentan matarlo. Una vez más el poder corrompe y el poder religioso todavía más porque intentan apoyarlo en Dios. Y Jesús, ¿cómo entiende la autoridad? En el lavatorio de los pies, Jesús se desprende del manto, símbolo de poder, se ciñe una toalla, y se pone a lavar los pies, acción propia de los esclavos. Así entiende Jesús la autoridad: como un servicio a los que están abajo para elevarlos a categoría de hijos de Dios. Jesús nos quiere a todos “iguales ante el Padre”. Y así se crea la gran familia de los hijos de Dios.
A la pregunta capciosa y malintencionada de los sacerdotes y escribas, Jesús no responde. Tampoco responde Jesús a preguntas tontas o superficiales: qué marca de coche me voy a comprar, o dónde me voy a divertir más en las próximas vacaciones, o dónde se venden las entradas para ver el partidazo del próximo fin de semana. Pero sí responde a las preguntas de profundidad: qué sentido tiene mi vida, por qué la gente tiene que sufrir tanto, por qué los bienes de la tierra están tan mal repartidos, qué será de mí después de la muerte… A estas preguntas de profundidad, siempre responde el Señor. Y responde con sus palabras y sus acciones; con su vida y con su muerte.