Reflexión sábado 5 de julio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,23-27):
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Hoy el evangelio se sirve de todo el dramatismo presente en la escena del lago, para revelarnos el auténtico ser de Jesús y lo que conlleva también su seguimiento: pues, los que siguen a Jesús se encontrarán con grandes adversidades y estarán a punto de perecer; su fe se tambaleará, pero no deben olvidar que Jesús resucitado está en medio de ellos para librarlos. En este contexto, el grito desesperado de los discípulos, se transforma en el grito de toda la humanidad. La humanidad está en permanente riesgo de hundirse y el grito es constante. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. De la Palabra increpadora de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. De este modo, esta aventura marítima se convierte en una prueba de fe en Aquel que todo lo puede. Como comunidad de fe debemos contar con las dificultades: Dios no libra de crisis a su Iglesia, pero podemos tener la certeza de que Él está con ella en todos los peligros. Aun cuando todo vaya en contra, Él permanece con nosotros.




