Reflexión sábado 9 de octubre
Lectura del Evangelio según san Lucas (11, 27-28)
Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan».
Palabra del Señor
Reflexión
No cabe duda que, al escuchar estas palabras del evangelio, crean en nosotros una especie de desazón al comprobar que Jesús apenas hace caso del elogio de una mujer sencilla y de pueblo a María, la madre de Jesús. Pero sólo aparentemente.
Hace unos días, al contemplar la escena de Marta y María, veíamos la importancia de que María estuviera escuchando la Palabra de Dios. Era como abrir el horizonte de toda mujer al mundo del espíritu, al mundo de la cultura y, sobre todo, al mundo de la Biblia, al mundo de Dios.
Si Jesús no puede tolerar el reduccionismo al que está sometida la mujer en su tiempo “cocina-hijos”, mucho menos puede reducir a su propia madre a una función meramente biológica: “vientre y pechos”. Su madre es eso y muchísimo más.
María es la “oyente de la Palabra de Dios”, la que se ha fiado plenamente de esa Palabra, es más, la que ha encarnado en sus entrañas la misma Palabra, el Verbo, la Segunda persona de la Santísima Trinidad. ¡Ésa es su grandeza!
Por otra parte, María ha “conservado en su corazón esa Palabra”, la ha rumiado, la ha asimilado, la ha hecho vida. Cuando María, en las bodas de Caná, dice “Haced lo que Él os diga” no hace otra cosa que enviarnos al Evangelio a todos los que acudimos a Ella. Ella no hace otra cosa sino decirnos lo que Ella siempre ha hecho.
El Papa Francisco nos recuerda…
“La fe sin el fruto en la vida, una fe que no da fruto en las obras, no es fe. También nosotros nos equivocamos a veces sobre esto: ‘Pero yo tengo mucha fe’, escuchamos decir. ‘Yo creo todo, todo…’ Y quizá esta persona que dice eso tiene una vida tibia, débil. Su fe es como una teoría, pero no está viva en su vida.
El apóstol Santiago, cuando habla de fe, habla precisamente de la doctrina, de lo que es el contenido de la fe. Pero vosotros podéis conocer todos los mandamientos, todas las profecías, todas las verdades de fe, pero si esto no se pone en práctica, no va a las obras, no sirve. Podemos recitar el Credo teóricamente, también sin fe, y hay tantas personas que lo hacen así. ¡También los demonios! Los demonios conocen bien lo que se dice en el Credo y saben que es verdad”. (Cf. S.S. Francisco, 21 de febrero de 2014, homilía en Santa Marta)