Reflexión viernes 11 de diciembre
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«¿A quién compararé esta generación?
Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita a una conversión muy concreta: abrirle el corazón para que Él pueda entrar y ser el Señor de tu vida.
Lo hemos cantado en el Aleluya: El Señor llega, salid a su encuentro; él es el Príncipe de la paz.
Porque podemos estar despistados, ocupados en otras cosas o con el corazón endurecido, y dejar que el Señor pase de largo.
Es lo que le pasa al pueblo de Israel, que se encuentra en el destierro. Isaías recuerda que los mandatos de Dios son para bien, y que la fidelidad al Señor se traduce en vida y bendición: Si hubieras atendido a mis mandatos, tu bienestar sería como un río.
Y es lo que les pasa a los contemporáneos de Jesús: no han entendido a Juan Bautista, el Precursor, ni han sabido descubrir en Jesús al Mesías.
Y lo que nos puede pasar a nosotros hoy.
Para poder tener un corazón bien dispuesto, necesitamos la sabiduría del Espíritu, es decir, mirarlo todo con los ojos de la fe y tener un corazón de niño: confiado, humilde y agradecido.
Para ello, el salmo nos ofrece una ayuda importante. Nos alerta de tres obstáculos, que contribuyen al endurecimiento del corazón:
· Seguir el consejo de los impíos, es decir, dejarse aconsejar por los que carecen del don de piedad y ven a Dios como un rival, como un enemigo y, por tanto, dudan del amor de Dios y ven en el evangelio más una amenaza que una buena noticia.
· Entrar por la senda de los pecadores, es decir, permanecer obstinados en el pecado, sin deseo de convertirse. Carecen del don de temor de Dios.
· Sentarse en la reunión de los cínicos, los burlones, los que carecen del don de sabiduría, no ven el amor de Dios en su vida y todo lo encuentran mal. No viven en la bendición sino en el resentimiento; no viven en la alabanza sino en la reclamación.
En cambio, el que pone su confianza en el Señor Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y está bien dispuesto para acoger al Señor, que viene.