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Reflexión viernes 14 de febrero
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, en ella y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”»
Palabra del Señor
Reflexión
Ofrecemos un extracto de una homilía del Papa Francisco en misa en Santa Marta .El motivo fue, como es habitual, el Evangelio del día, tomado de un pasaje de Juan (16-20) El momento supremo en el que «Jesús se despide» de los apóstoles antes de la Pasión, el Papa Francisco dedicó la meditación durante la misa celebrada en Santa Marta el jueves 26 de abril de 2018.
Para ver el texto completo puede verse
Cuánto podría aprender todo cristiano si, con «humildad», se dejara mirar por Jesús «con la misma mirada» con la que el maestro miró a sus amigos durante la última cena. Podría compartir el privilegio que fue de los apóstoles de recibir y comprender qué significa para su vida la «herencia de Jesús», el «testamento» que Él les encomendó en dos gestos: la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies
«en la alegría del tiempo pascual» la Iglesia hace meditar sobre «un momento triste, de angustia»: ese en el que Jesús, que «sabe qué sucederá», se despide «con ese discurso largo, bonito, de los capítulos de Juan» que precede las horas del Getsemaní y la Pasión.
«En esta despedida», subrayó el Pontífice, el Señor realiza «dos gestos, que son instituciones: dos gestos para los discípulos y para toda la Iglesia que vendrá. Dos gestos que son el fundamento, por así decir, de su doctrina»: la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies. De estos dos gestos «nacen los dos mandamientos: los dos mandamientos que harán crecer a la Iglesia si nosotros somos fieles».
el «primer mandamiento» que es el «del amor». Y es «nuevo» porque, explicó, «estaba el mandamiento del amor —amar al prójimo como a mí mismo— pero esto da un paso más: amar al prójimo como yo os he amado». Por tanto: «el amor sin límites», sin el cual «la Iglesia no va adelante, la Iglesia no respira. Sin el amor, no crece, se transforma en una institución vacía, de apariencias, de gestos sin fecundidad». Con la eucaristía, en la que Jesús «da de comer su cuerpo y de beber su sangre», él «dice cómo debemos amar nosotros, hasta el final».
Está también el otro gesto, el del lavatorio de los pies, en el que «Jesús nos enseña el servicio, como camino del cristiano». De hecho, «el cristiano existe para servir, no para ser servido». Y es una regla que vale «toda la vida». Todo está encerrado ahí: de hecho, «muchos hombres y mujeres en la historia», que se lo han «tomado en serio», han dejado «rastro de verdaderos cristianos: de amor y de servicio».
«La herencia de Jesús fue esta: “Amaos como yo he amado” y “servid los unos a los otros”. Lavad los pies los unos a los otros, como yo os he lavado los pies a vosotros».
“Yo conozco a quienes he elegido”». De hecho, el Señor dice: “sé que uno de vosotros me traicionará”». ¿ «Creo que nos hará bien, a todos nosotros, un momento de silencio, dejarse mirar por el Señor y mirar al Señor», reconocer que Jesús nos ha «enseñado el amor, con la eucaristía» y «el servicio con el lavatorio de los pies», entender que ninguno es más grande que el que le ha enviado» y ser conscientes de estar frente a quien nos conoce. Está bien «dejar que la mirada de Jesús entre en mí. Sentiremos muchas cosas: sentiremos amor», o quizá «estaremos bloqueados ahí, sentiremos vergüenza». En cualquier caso «dejar siempre que la mirada de Jesús venga. La misma mirada con la cual miraba en la cena, esa noche, a los suyos».
Es una meditación en la cual el hombre puede humildemente decir: «Señor tú conoces, tú sabes todo», como Pedro, en Tiberíades, que afirmó: «Tú conoces todo, tú sabes todo. Tú sabes que te amo». El Señor de hecho sabe qué hay dentro del corazón de cada uno.
Oración
Proponemos como oración la oración del Jubileo.
Oración del Jubileo
Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en
tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz
de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Acción familiar
En este año Jubilar se presenta esta catequesis sobre las bodas de Caná para verla en familia
https://www.youtube.com/watch?v=W8wz3KKqtJE&list=PLEDb4c9Bs2_F-NuHz1w1-0h000ki2xUUl&index=5