Reflexión viernes 15 de enero
Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,1-12):
Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».
Palabra del Señor
Reflexión
Hay distintos tipos y distintas causas de parálisis. Pero el resultado siempre es el mismo: las articulaciones no se pueden mover, las piernas no pueden sostener el peso del cuerpo, la mano ya no se puede levantar y cuelga sin fuerza. A veces, las parálisis las causa un nervio que ha dejado de transmitir la orden del cerebro.
La curación del paralítico, llevada a cabo por Jesús, está en relación con el perdón de sus pecados. La consecuencia del pecado es, en el fondo, una parálisis espiritual.
El hombre, miembro del cuerpo místico de Jesús, pierde la comunicación con la Cabeza. Deja de sentir remordimiento, permanece indiferente a las palabras del evangelio, no soporta el peso de los mandamientos de Dios. Sigue teniendo las facultades mentales: intelecto, voluntad, energía, el cuerpo sano… pero quedan inmovilizadas para la vida con Dios.
Queda por tanto paralizado para el bien, podría hacer, pero no hace; podría orar, pero la voz no le sale; podría sentir pero el corazón está frio.
Un determinado tipo de parálisis se puede curar con el psicoanálisis. Por ejemplo, el bloqueo provocado por un susto o por un trauma, con la consecuencia de un sentimiento patológico de impotencia y de inferioridad. El médico lleva gradualmente al paciente a tomar conciencia de lo que le causa miedo, a recuperar la confianza y a desafiar el sentimiento de pánico.
Aún más maravillosas son las curaciones de Jesús, instantáneas y completas. Es un milagro que se repite continuamente, en sentido espiritual, en la Iglesia. La reconciliación con Dios vuelve a poner en pie a aquel que estaba paralizado, la confesión le da la gracia de poder utilizar de nuevo las propias facultades para el bien y para la obras de caridad. A veces, esta curación tiene el carácter de una lenta evolución moral, pero puede ser también repentina, una conversión que suscite maravilla. En la vida de los santos se narran muchas de estas conversiones, presentadas como milagros de Dios. Dejemos que Dios obre en nosotros el milagro y nos ponga en pie para realizar siempre el bien.