22 de mayo

Reflexión viernes 22 de mayo

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.

También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

REFLEXIÓN PALABRA

Te propongo para tu reflexión un fragmento de  una catequesis del Papa Francisco. Merece la pena leerla con detenimiento.

Aquellos que ante tantas calamidades dicen: “Pero la vida no tiene sentido. Nuestro camino es sin sentido”. Pero nosotros los cristianos no creemos en esto. En cambio, creemos que en el horizonte del hombre existe un sol que ilumina por siempre. Creemos que nuestros días más bellos deben todavía llegar. Somos gente más de primavera que de otoño.

Me gustaría preguntarles, ahora –cada uno responda en su corazón, en silencio, pero responda–: ¿yo soy un hombre, una mujer, un joven, una joven, de primavera o de otoño? ¿Mi alma es de primavera o de otoño? Cada uno responda. Entrevemos los gérmenes de un mundo nuevo en vez de las hojas amarillentas sobre sus ramas. No nos quedamos en nostalgias, añoranzas y lamentos: sabemos que Dios nos quiere herederos de una promesa e incansables cultivadores de sueños.

No se olvide de esta pregunta: ¿Yo soy una persona de primavera o de otoño? De primavera, que espera la flor, que espera el fruto, que espera el sol que es Jesús; o de otoño, que está siempre con la mirada hacia abajo, amargado, y como a veces he dicho, con la cara de ajíes al vinagre, ¿no?

ORACIÓN

Dame, Señor, el don de la alegría,

que canta sin reservas,

la belleza del mundo,

la grandeza del hombre,

la bondad de su Dios.

Dame, Señor, el don de la alegría,

que me haga siempre joven,

aunque los años pasen;

la alegría que llena de luz el corazón.

Dame, Señor, el don de la alegría,

que colma de sonrisas,

de abrazos y de besos,

el encuentro de amigos, la vida y el amor.

Dame, Señor, el don de la alegría,

que me una contigo,

el Dios siempre presente, en quien todo converge

y en quien todo se inspira.

Dame, Señor, el don de la alegría,

que alienta el corazón y nos muestra un futuro

lleno de bendiciones, a pesar del dolor.

Amén.

pastoral

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