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Reflexión viernes 25 de noviembre

Del evangelio según san Lucas 21, 29-33

Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano.  Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.  En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda.  El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Palabra del Señor

Reflexión

Estas palabras están casi al final del discurso de Cristo sobre el fin de los tiempos, previos a su Venida Gloriosa para juzgar a vivos y muertos, previos a su Reino que no tendrá fin. Antes ha profetizado las señales que precederán dicha Venida. Ahora nos dice, con el ejemplo de la higuera que echa brotes, que usemos bien nuestra cabeza. «Fijaos…», nos dice. “Fijaos, podríamos añadir, como hacéis muchas veces: Vosotros sabéis concluir los efectos cuando veis las causas. Cuando veis ciertas señales o causas, como el reverdecer de los árboles tras el invierno, inferimos qué va a pasar.

 Este mismo realismo hemos de aplicarlo a las señales que vendrán, porque Cristo no habla en broma y nosotros no somos tontos. Sus palabras, lo dice Él y lo sabemos bien, son la Verdad, son eternas: «Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Así pues, cuando veamos estas cosas, estas señales, hemos de concluir que está cerca su Venida Gloriosa.

Este “saber” se debe traducir en modos concretos de vivir, pues no es un saber “de meros conocimientos” (para ser más eruditos), sino un saber de vida, un saber con verdaderas “consecuencias prácticas”.

La primera es vivir en vela, pues las señales que dio Cristo de algún modo ya están ocurriendo (e irán a más conforme se acerque el momento). El Señor dijo «que no pasará esta generación sin que todo esto suceda», porque a toda generación se aplica, de un modo u otro, este mensaje. La siguiente es vivir en constante conversión, pues todavía tenemos tiempo para hacerlo. Cuando llegue nuestra muerte o la Segunda Venida de Cristo, ya no será tiempo de cambios, sino de consecuencias. Otra “aplicación práctica” es vivir en santo temor de Dios, comprometidos con la justicia del Reino de Dios, pues nos va a juzgar Dios y no este mundo. Las señales, los brotes verdes, nos invita además a vivir en esperanza. Pero no con una esperanza en este mundo caduco, sino en la vuelta del Señor, que «vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído» (2 Tes 1, 10).

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