Problemas de conducta en TEA, por María Motos Muñoz
Problemas de conducta en TEA, por María Motos Muñoz.
La definición más aceptada actualmente de Problemas de Conducta en el ámbito que la discapacidad y los trastornos del neurodesarrollo, es la propuesta por Eric Emerson, comprendiendo una serie de comportamientos anormales desde el punto de vista socio-cultural de una intensidad, frecuencia y duración tales que conllevan una alta probabilidad de poner en grave compromiso la integridad de los individuos o los demás, o que conlleva una limitación clara de las actividades del individuo y una restricción importante del acceso a los recursos y servicios de la comunidad (Modificado de Emerson y cols, 1999).
Esta definición supone un cambio muy importante en el concepto que se había tenido hasta ese momento, puesto que empieza a tenerse en cuenta la multidimensionalidad de los problemas de conducta.
En el caso de los niños con Trastorno del Espectro Autista, igual que en otros trastornos del neurodesarrollo, además de los aspectos básicos de la conducta, es imprescindible tener en cuenta otros factores que explican, en parte, estos problemas, y que por tanto, pueden darnos pistas sobre el tipo de estrategias que hay que desarrollar para reducirlos. En el caso de los niños con TEA, los problemas de conducta se asocian a un intento de reajuste, de regulación, de búsqueda de control del entorno, son conductas reguladoras de efectos no deseables, y la mayoría de ellas son consecuencia de una falta de habilidades para un control apropiado del entorno físico y social (Documento para el debate: Parámetros de buena práctica del profesional del autismo ante las conductas desafiantes, Mesa de trabajo de AETAPI 2006). De esta forma,
las conductas desafiantes (…) son vistas como la punta del iceberg, en cuya base oculta bajo las aguas encontramos: no comprende las reglas del juego, no puede captar el sentido de la conducta social del otro, poca comprensión del lenguaje verbal y no verbal, no comprende los tabúes y significados psicosexuales, dificultades de autocontrol, carencia de empatía social, dificultades de imaginación, limitación en el control y predicción del entorno, no generalización del aprendizaje, el apego y la rutina proporcionan predicción y seguridad (Morgan, 1996).
Estos problemas de conducta son frecuentes, llegando a situarse según algunos autores en un tercio de las personas con TEA (Hartley, Sikora y McCoy, 2008), destacando que es mayor la frecuencia de aparición de problemas de conducta cuanta mayor es la severidad de los síntomas de TEA, sin que existan relaciones significativas con el perfil cognitivo (Matson y Rivet, 2008).
Las causas que provocan problemas de conducta en los niños con TEA varían en función de las características del niño, de su edad, de la situación y de la capacidad de manejo por parte del entorno. Algunas de las más frecuentes son: problemas a nivel de habilidades sociales, déficit lingüístico-comunicativo, obsesiones/rituales/comportamientos repetitivos, baja tolerancia a la frustración, y dificultades emocionales y de autorregulación sensorial. En muchas de estas situaciones, si el niño con TEA pudiera reconocer y explicar qué es lo que le pasa, verbalizaría cosas como: «no comprendo lo que pasa» «no entiendo lo que dices» «estoy aburrido» «no quiero estar aquí» «quiero esto ya» «esto no puede ser así» «¡Qué difícil!» «no sé cuánto tiempo más tengo que esperar».
Si bien es cierto que los estudios e investigaciones centradas en el análisis de los problemas de conducta en la población con TEA muestra resultados heterogéneos e incluso pueden llegar a conclusiones discrepantes entre ellos, cabe tener en cuenta dos aspectos importantes:
- Dichas discrepancias se deben a:
- a) el uso de grupos de distintas edades a la hora de analizar los problemas de conducta,
- b) la utilización de distintos instrumentos dada la escasez de los mismos específicos para población con TEA, y
- c) el uso de conceptualizaciones y clasificaciones diferentes de problemas de conducta
- Aumento de la variedad de estudios en relación a los problemas de conducta en TEA en los últimos años, ya que estos comportamientos son un gran peso para la familia (Rivard, Terroux, Parent-Boursier, y Mercier, 2014).
Estos problemas son debidos, en parte al marcado déficit a nivel de comunicación (Chiang, 2008; Sigafoos 2000; Chung, Smith y Vostanis, 1995; Schroeder, Schroeder, Smith y Dalldorf 1978). Si un niño no comprende qué es lo que se le está pidiendo, lo que tiene que hacer o lo que se espera de él, y no cuenta con estrategias comunicativas apropiadas para expresar sus deseos, necesidades o preocupaciones, es lógico que se muestre enfadado y que muestre problemas de conducta, por eso suele ser habitual que este tipo de conductas, aparezcan con más frecuencia durante los primeros años de vida (Dominick, Davis, Lainhart, Tager-Flusberg y Folstein, 2007), cuando los niños todavía no cuentan con un diagnóstico y los padres no comprenden lo que sucede, y que estos problemas se reduzcan cuando los niños empiezan a recibir intervención a nivel lingüístico-comunicativo.
Otro de los rasgos característicos del perfil neuropsicológico de los niños con TEA que se asocia con problemas de conducta es la tendencia al pensamiento inflexible, rígido, la adherencia a rutinas y las conductas ritualizadas. Dada la falta de comprensión del entorno y la escasa interpretación de las pistas sociales, los niños con TEA crean sus propios esquemas mentales sobre las situaciones y hacen asociaciones entre unos estímulos y otros, con el fin de intentar encontrar cierta estructura en un entorno que para ellos es totalmente desestructurado. Cuando el desarrollo de una situación, no se ajusta a sus esquemas mentales, o dos estímulos que él ha asociado no aparecen juntos, pueden aparecer conductas disruptivas como forma de expresar su incomprensión y frustración, y como reflejo de la ansiedad que éstas le provocan.
Otra de los características de los niños con TEA que favorecen la aparición de problemas conductuales, son las alteraciones en el procesamiento sensorial. Cuando el cerebro de un niño con TEA recibe determinados estímulos del entorno, es posible que no los procese o interprete correctamente, y por tanto, su respuesta puede no ser adaptativa ni funcional. Si somos capaces de ponernos en la piel de los niños con hipersensibilidad auditiva, por ejemplo, nos resultará fácil comprender porque son incapaces de seguir las explicaciones de la profesora en el aula. Estos niños perciben todos y cada uno de los sonidos del entorno, por mínimos que sean, y no son capaces de ignorarlos. Además los sonidos fuertes le resultan prácticamente como una agresión, por lo que situaciones en las que otros niños disfrutan, pueden suponer un verdadero caos para ellos (patio del colegio, la feria o una fiesta de cumpleaños). Esto unido a la falta de habilidades para enfrentarse y resolver las situaciones, suele provocar la aparición de conductas disruptivas.
Los problemas de conducta no sólo son comunes, sino que ponen al niño con TEA en riesgo de otros problemas, especialmente de adaptación social y una mayor probabilidad de tratamiento farmacológico. Además, los problemas de conducta, si no se interviene sobre ellos, suelen ser persistentes, aumentan el estrés de los cuidadores, y a medida que aumenta la edad de los niños suelen agravarse.
Dado que los problemas de conducta en los niños con TEA responden a múltiples dificultades, siempre es recomendable un abordaje multidisciplinar con el objetivo no directamente de reducir las conductas disruptivas, sino de facilitarles el desarrollo de conductas alternativas funcionales y adaptadas al entorno. Es importante analizar la función de la conducta, es decir, si lo que busca es conseguir algo o por lo contrario busca evitar algo. Puede buscar conseguir atención, una actividad concreta, objetos, alimentos, interacción, entretenimiento o autoestimulación. O bien puede evitar determinadas tareas, situaciones, objetos, alimentos o actividades. La respuesta del entorno deberá adaptarse a cada situación, con el fin de ayudarle a desarrollar conductas adaptativas y reducir la frecuencia e intensidad de las conductas desadaptativas.
Además de los déficit en la comunicación, el comportamiento social, y los rituales y comportamientos estereotipados e intereses restringidos, en las personas con TEA a menudo se observan condiciones comórbidas adicionales, la más frecuente es la discapacidad intelectual. Tanto, TEA como discapacidad intelectual son factores de riesgo de psicopatología comórbida y conductas desafiantes, que tienen impacto en el día a día (O’Donnell, Deitz, Kartin, Nally y Dawson, 2012).
Autora del artículo: «Problemas de conducta en TEA»
María Motos Muñoz. Doctora en Psicología y ciencias de la Salud por la UCV con la tesis doctoral “Problemas de conducta en Trastornos del Espectro Autista y su relación con el déficit lingüístico comunicativo y en el procesamiento sensorial”. Diplomada en Magisterio de Educación Especial por la Universidad de Valencia. Máster en Neuropsicología Clínica, Máster en Neuropsicología Infantil y Posgrado en Neuropsicología de los Trastornos del Neurodesarrollo (ISEP), Máster en Atención Integral en Personas con Discapacidad Intelectual (UCV). Actualmente Psicóloga especialista en Neuropsicología en la Unidad de Neurorrehabilitación Infantil del Hospital de Manises. Docente en la Universidad Católica de Valencia y el Instituto Superior de Estudios Psicológicos.
Máster en Atención Integral en Personas con Discapacidad Intelectual
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