Las nieves del Kilimankaro

Año: 2011
País: Francia
Género: Drama
Dirección y Guión: Robert Guédiguian
Intérpretes: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Marylyne Canto, Grégoire Leprince-Ringuet, Anaïs Demoustier
Música:  Chrisoph Kaiser, Julian Mass
Fotografía: Jebs Harant

Inspirada en el poema «la gente pobre», de Victor Hugo; en el «Discurso a la juventud» de Albi y en la popular canción de Pascal Danel, Robert Guédiguian vuelve a deleitarnos con la a alta calidad cinematográfica que mostró en otras proyecciones como «Marius y Jeannete o «Mi padre es ingeniero». En esta amable fábula,se puede disfrutar de una armoniosa  mezcla entre el drama y la comedia, bañada a su vez con una asombrosa explosión de optimismo. A lo largo de la película se percibe como al director le interesa sobre todo extraer la grandeza de cada uno de los personajes. Él mismo lo define al declarar que «una película popular es aquella  que revela a las personas la grandeza que llevan dentro. Tal como lo veo, son la esperanza. Llamémosles justos o santos pero, sea como sea, existen».

Sin abandonar la denuncia social, tema frecuente en su filmografía, Guédiguian apuesta ahora por una historia más esperanzadora, más humana en la que exalta la familia, la amistad, el compromiso social y la reconciliación, frente a la creciente falta de ideales de la sociedad actual. Se trata de una realización realista cuya trama principal está construida por una sucesión de escenas cotidianas y sencillas, algunas nimias y otras cargadas de emoción

De nuevo ambientada en su Marsella natal la cinta retrata en esta ocasión, las consecuencias de la crisis económica que obliga al sindicato de trabajadores de los astilleros de la ciudad a despedir a veinte empleados para evitar el cierre. Por acuerdo, la elección de los despedidos se hará por sorteo y será Michel, uno de los representantes del sindicato,  quien saque de la urna los veinte papeles; en el penúltimo está escrito su propio nombre y, a continuación el de Christophe, un joven compañero. El cuñado de Michel, Ráoul, trabajador de la misma empresa, se enfrenta con él porque no entiende que haya escrito su propio nombre ya que, al ser el representante sindical, tiene el derecho a no hacerlo. Michel responde, con trasparente convencimiento, que no es representante de los trabajadores para beneficiarse de privilegios, si no para estar junto a ellos.

Ante su situación de paro trata de hacer frente a su cese laboral e intenta ver el lado bueno de la situación. Se  le ve como un hombre feliz, de mirada alegre y transparente,  junto a su esposa  Marie Claire con la que lleva 30 años casado; tiene hijos y nietos que le quieren, y muy buenos amigos. Se enorgullece por sus luchas políticas y sociales. Vive en un entorno en el que se respira felicidad, alegría, buen humor.

Para celebrar el trigésimo aniversario de la boda, compañeros de trabajo y familia organizan una fiesta y les regalan dinero para viajar a Tanzania a conocer el famoso monte Kilimajaro. Su cuñado Raúl también regala a Michel un comic de su infancia que parece haber encontrado en una librería de segunda mano: este comic que va a tener un importante relieve en el desenlace de la historia. En un ambiente festivo y alegre, todos los invitados rodean al matrimonio coreando divertidos la popular canción de la que toma el nombre la película.

Antes de salir para sus vacaciones y mientras el matrimonio juega a las cartas con su cuñado Ráoul y la esposa de este, su felicidad salta a pedazos, cuando dos hombres enmascarados y armados les agreden. Michel resulta herido y Denise traumatizada. Los ladrones les arrancan los anillos de boda, se llevan el dinero, e incluso -curiosamente-  el antiguo comic. Emotiva y sobrecogedora es la secuencia en la que Marie Claire, tras sufrir la agresión, comenta que no le interesa el por qué le han robado, ni busca justicia, solo desea entender a su agresor, ponerse en su lugar, saber por qué lo ha hecho.

Acierta así el director al traspasar la barrea de la denuncia y dibujar una entrañable galería de  tipos humanos, convirtiendo la historia en un canto a la solidaridad, desde una mirada más humanista que política, en la que se percibe la necesidad de perdonar, de «meterse en los zapatos del otro», de amar a los demás; y lanza un revolucionario mensaje: ante las crisis, más que soluciones políticas son necesarias respuestas humanas. La llave, más que  en los gobiernos está en las personas. Todas las piezas de la película confluyen en un desenlace emotivo, que apuesta por la reconciliación, la comprensión y la esperanza en el futuro.

Coín Tomás y Garrido

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