Reflexión del Domingo, 28 de febrero

Transfiguracion

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10

      En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.

Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor

 

Reflexión

      El segundo domingo de cada Cuaresma, la Iglesia siempre nos regala el Evangelio de la Transfiguración del Señor. Esta Palabra pretende centrar nuestra mirada en la divinidad escondida de Jesús y en el final del camino que estamos viviendo en esta Cuaresma.

Seis días después de que Pedro rechace las palabras de Jesús acerca de la cruz y del sufrimiento, éste se los lleva (a él, a Santiago y a Juan) a un monte alto y allí les muestra la luz que hay escondida en Él; y que el camino de la cruz, no es sino solo un medio para que el amor brille con más fuerza que las tinieblas del pecado.

Este es un Evangelio que quiere abrir nuestros ojos a una nueva forma de ver la realidad; pretende revelarnos la belleza oculta de la cruz, del amor entregado. Y para experimentar esta luz en medio de nuestras cruces, es necesario dejarnos tomar por Jesús y hacer este ascenso (“ascesis”) hasta la experiencia de intimidad con Él en la montaña. Allí le veremos transfigurado: lleno de belleza y gloria.

¿No será esta cuaresma un buen momento para hacer esta experiencia de intimidad con Jesús? ¿No será acaso el ayuno, la oración y la limosna el camino de ascesis que la Iglesia nos propone para darnos cuenta de su rostro glorioso y transfigurado? Supliquemos en este domingo el don de una nueva forma de ver la realidad, para darnos cuenta de la belleza escondida en el amor crucificado.

pastoral

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