Reflexión del martes, 11 de mayo
EVANGELIO
Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?». Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado., de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado».
Oración
Que tu pueblo, Señor,
exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu,
y que la alegría de haber recobrado la adopción filial
afiance su esperanza de resucitar gloriosamente.
Amén
Reflexión
Nos acercamos a la fiesta de Pentecostés, y la Iglesia nos invita a reflexionar sobre los textos en los que Jesús habla de la venida del Espíritu Santo. Concretamente, en este pasaje de hoy, los discípulos están tristes al oír que Jesús debe irse. Por esto mismo, Jesús habla de alguien que les defenderá, que hará que no estén solos.
El texto gira en torno a la frase «si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor». Por un lado, sabemos que lo lógico es que Jesús vuelva al Padre, porque solo así tendrá lugar el plan de la Encarnación: la fundación de la Iglesia por la recepción del Espíritu. Por otro lado, como dice San Gregorio (Moralium 8, 17), es como si Jesús nos estuviera diciendo: «si no sustraigo mi cuerpo de vuestras miradas, no alimentaré invisiblemente vuestro espíritu con el Consolador Espíritu Santo».
En efecto, nos acercamos a la fiesta de Pentecostés, que es el celebrar que Jesús permanece con nosotros a través de su Espíritu, al mismo tiempo que este, el Espíritu, nos une al Padre como Él une a Jesús con el Padre. Es de esta manera como somos Iglesia.