Reflexión Domingo 13 de marzo
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
Reflexión
Si el primer domingo de Cuaresma, el Evangelio está siempre reservado a las Tentaciones de Jesús en el desierto, este segundo, a la Transfiguración.
Las tentaciones de Jesús resumían toda posible tentación del hombre y nos revelaba que nuestra vida es un continuo combate frente a las tentaciones del Maligno, que quiere arrebatarnos la experiencia de sabernos hijos amados de Dios.
En toda tentación hay un común denominador: escapar de la cruz y del sufrimiento; y esto es lo que precede al acontecimiento de la Transfiguración. Pedro se había opuesto frontalmente a la revelación que Jesús les había hecho acerca de su muerte en la cruz; le había dicho que de eso ni hablar… Y Jesús le llama Satanás, porque sus pensamientos y planes eran los mismos que los suyos, y le recuerda que ha sido llamado a ponerse detrás de Él en su seguimiento y no delante como un maestro.
Seis días después de este encontronazo entre Pedro y Jesús, el verdadero maestro se lo lleva junto con Santiago y Juan a una montaña alta para revelarle la gloria escondida que hay en Él.
Cristo les muestra (y nos muestra, si dejamos que nos lleve con Él este domingo a vivir esta experiencia) la luz y la vida que hay escondida detrás de la cruz y del sufrimiento vivido por amor; para que no tengan miedo de entrar en la voluntad de amor de Dios. Yo soy el camino y la verdad y la vida.
Hay un secreto de vida y de alegría escondido en la cruz del Señor. Unirnos a ella a través de nuestros sufrimientos será la clave para dar un sentido de amor a lo que vivimos, y podamos ver esa luz escondida. En este camino cuaresmal el Señor nos quiere regalar una nueva perspectiva de la realidad que nos rodea, de nuestra miseria y de nuestro prójimo. Hay luz en medio de lo que nosotros consideramos tinieblas.
Dejémonos transformar por la luz que irradia el cuerpo místico de Cristo, que es su Iglesia, y supliquemos esta intimidad con Él, para que llenos de la esperanza de su victoria, desechemos todo miedo a entregar la vida por amor.