8 ene

Reflexión domingo 21 de enero

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,14-20):

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Palabra del Señor

Reflexión

Durante el Tiempo Ordinario, este año la Iglesia nos propone la lectura continua del Evangelio de san Marcos, en la que vamos a ir escuchando, domingo tras domingo, la predicación de Jesús. Y, para preparar bien tu corazón, de manera que sea tierra buena capaz de acoger la semilla de la Palabra, es necesario vivir algunas actitudes que son fundamentales. Por ello, el domingo pasado la Palabra de Dios nos recordaba que Jesucristo no es un personaje más de la historia de la humanidad, sino que Él es el verdadero Dios que ha venido a salvarnos: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y, por tanto, te invitaba a escuchar con atención la Palabra de Dios y a vivir no con el es-tilo de vida del mundo, sino con el de Cristo. Hoy, la Palabra de Dios nos habla de algunas actitudes necesarias para poder acoger con provecho la predicación de Jesús: la conversión, el seguimiento de Cristo, y el descubrir que nuestra meta es la vida eterna. Tener espíritu de conversión significa creer que Jesucristo es el único Maestro y el único Señor. Significa vivir cada día con el deseo y la ilusión de ser mejores, de crecer, de madurar, de cambiar aquellas actitudes de nuestra vida que no son conformes a la voluntad de Dios. Tener espíritu de conversión significa no seguir sin más los deseos de tu corazón, herido por el pecado original, ni seguir las modas, ni el estilo de vida del mundo, sino fijarnos única-mente en Jesucristo. Significa pedirle cada día al Señor que te de un corazón nuevo, cada vez más semejante al suyo.
Convertirse es aceptar entera-mente la voluntad de Dios, confiar en Él no buscando las seguridades humanas.
La conversión lleva al seguimiento total del Señor. Seguir a Jesucristo significa darte cuenta de que tener fe no es solamente tener cuatro ideas en la cabeza. Tener fe es estar enamora-do de Jesucristo, es vivir una vida de amistad y de unión con Él. Es seguir sus pasos, recorrer el camino que Él nos ha marcado. Es no conformarse con un cumplimiento pasivo de los mandamientos, sino tratar de vivir cada día más unidos a Él, más llenos de Él.
Descubrir que la meta es la vida eterna, es relativizar las cosas de este mundo, y tratar de poner tu corazón en Dios, y vivir siempre desde Dios. Es descubrir que el “negocio” más importante que tienes es la salvación, y que, ante Dios lo único que va a contar es tu fidelidad a su enseñanza, a su estilo de vida, y el ser rico en obras de misericordia.
El que, en medio de su debilidad –y por eso lo vive todo con humildad y agradecimiento– tiene estas actitudes, tiene la tierra de su corazón preparada para recibir la semilla de la predicación de Jesús, tiene el corazón bien dispuesto para acoger la Palabra y dar fruto abundante en su vida
de cada día.
¿Cómo está tu corazón? ¿Estás preparado para seguir a Jesús? El Señor te llama, ¿te atreves a seguirle?

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