Reflexión domingo 25 de febrero
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Palabra del Señor
Reflexión
Hoy el Evangelio nos habla de la Transfiguración del Señor: antes de llegar al drama de la Pasión, Jesucristo se manifiesta transfigurado, glorioso, ante sus discípulos.
La Transfiguración es un anuncio y un anticipo glorioso de la Resurrección del Señor.
Con ello, la Palabra de Dios quiere darte ánimo en tu camino hacia la vida eterna. Quiere recordarte que somos ciudadanos del cielo. No eres un vagabundo existencial, sino un peregrino en marcha hacia el cielo.
La luz de la vida eterna transfigura la cruz, y de dolorosa la transforma en gloriosa. Y por eso Jesucristo te recuerda que de nada te sirve ganar el mundo entero si se pierde tu alma. Todo sería inútil si no alcanzas la vida eterna.
La primera lectura nos recuerda el ejemplo de Abrahán, nuestro padre en la fe, y nos muestra la vida cristiana como un largo camino que hay que recorrer.
Dios te llama, como a Abrahán, te invita a recorrer el camino, y lo importante es no parar, lo importante es avanzar sin cesar en ese camino de la salvación.
Abrahán es creyente y obediente a la Palabra de Dios, está dispuesto a todo: se fía de Dios. En esto consiste la fe: en saberte amado por Dios, en fiarte de Él y aceptar su palabra como palabra de amor y de salvación, aun-que muchas veces te desconcierte.
El Evangelio, por su parte, nos muestra también cuál es el motor para avanzar en esta peregrinación, en la que lo importante no es participar, sino ganar: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.
Avanza en el camino de la vi-da eterna aquel que, humilde-mente, escucha a Jesucristo, lo acepta como único Maestro y lo proclama como único Señor y deja que el Espíritu Santo le regale un corazón nuevo con sus mismos sentimientos y actitudes, tratando de vivir cada día como vivió Él.
Avanza en el camino de la vi-da eterna aquel que no se aísla viviendo la fe de una manera solitaria e individualista. Dios ha hecho alianza con un pueblo y te invita a vivir y a caminar con este pueblo, con la Iglesia, con los hermanos concretos que el Señor te ha regalado, como un don, como una ayuda preciosa. Dios no te ha creado para la soledad, sino para la relación, la comunión y la donación. ¿Te animas a seguir en serio el camino? ¡Vale la pena! ¡Lánzate a la aventura! ¡Atrévete! ¡No te defraudará!