3 abr

Reflexión Domingo 3 de abril

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
– «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
– «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
– «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
– «Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
– «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Palabra del Señor

Reflexión

Estamos celebrando el último domingo del tiempo de Cuaresma, en el que el próximo domingo celebraremos la fiesta del Domingo de Ramos y dará comienzo a la Semana Santa, en el cual acompañaremos a Jesús camino de la cruz, que culminará con la Pascua de Resurrección, alegría de todo cristiano.

En el vangelio de este domingo, Jesús nos invita reflexionar sobre nuestra vida y a darnos cuenta de que en el fondo somos todos pecadores. Jesús nos invita a cambiar,  nos invita a pasar de la muerte a la vida. Como vemos en el Evangelio de hoy, Jesús no condena a la mujer pecadora, sino que la perdona y le mira con ojos de misericordia.

Dios nos mira igual, nos mira con ojos de cariño, con ojos de misericordia, pero nosotros como buenos cristianos tenemos que pedir perdón de nuestros pecados en el sacramento de la confesión y tener siempre rectitud de intención para intentar no volver a pecar más.

Ojalá que este tiempo de Cuaresma no haya pasado rápido, como un año más, si no que nos haya servido para poner darnos cuenta de las cosas que hacemos mal y podemos mejorar y sobre todo de poner nuestro corazón en el Señor.

Que la Virgen María Madre de Dios y Madre nuestra, nos ayude siempre a estar al lado de su hijo Jesús, que jamás nos apartemos de él y que nos conceda la gracia de permanecer fieles siempre a su amor.

pastoral

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