30 mayo

Reflexión domingo 4 de junio

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-18):

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor

Reflexión

Celebramos hoy la solemnidad de la Santísima Trinidad. La celebración de hoy nos recuerda que Dios es un misterio. Misterio que hemos de vivir desde la fe y el amor.
Gracias al Espíritu Santo, que ayuda a comprender las palabras de Jesús y guía a la verdad completa, los creyentes pueden conocer, por decirlo así, la intimidad de Dios mismo, descubriendo que él no es soledad infinita, sino comunión de luz y de amor (cf. Benedicto XVI, Ángelus, 11-VI-2006).
Esta es una fiesta para contemplar y alabar el misterio del Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Francisco, Ángelus, 27-V-2018).
En el misterio de Dios es funda-mental que descubras que Dios te ama, tal y como eres. Dios te ama gratuitamente: sin exigirte nada. Dios te ama más que nadie: hasta dar la vida. Dios te ama con fidelidad, no deja de amarte nunca.
Todo lo que Dios dice, enseña y manda, no lo hace para fastidiarte, sino para mostrarte el camino que conduce a la felicidad y a la vida eterna. ¡Dios quiere que seas feliz! Y quiere que seas feliz no sólo un ra-tito…, sino ¡para toda la eternidad!
Quiere que tengas vida, y ¡vida en abundancia! ¡Esta es la clave para comprender todo la vida cristiana!: Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre_ (cf. _Dt_ 4, 39-40).
La fiesta de hoy es una invitación a entrar en el misterio del amor de Dios. A dejarte amar por Él y vivir la fe como una historia de amor con Dios. A dejar que Él te abrace, te ilumine, se te vaya manifestando, y te regale el Espíritu Santo para que vayas creciendo en santidad. Es una invitación a vaciarte de ti mismo para llenarte de Dios: así serás feliz, vivirás auténticamente como persona y tu vida tendrá pleno sentido.
Es una invitación a que descubras que la fe no es una teoría que se sabe, sino una vida que se disfruta: Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).
Es poder vivir cada día la vida como una historia de amor y de salvación que Dios está haciendo contigo. Es descubrir que no estás sólo, que el Señor está contigo todos
los días hasta el fin del mundo.
Es descubrir que la vida no es una “soledad poblada de aullidos” (cf. Dt 32), sino una vocación, una llamada constante de Dios que te ama y te invita a gozar de esta historia de amor. Una llamada de Dios que te invita a no quedarte en ser un “vagabundo” existencial, sino en disfrutar siendo un peregrino que, de la mano del Señor, camina hacia la meta de la vida eterna.
Y, asombrado, por el misterio del amor de Dios, esta fiesta es una invitación a vivir en la alabanza, como hemos cantado en el Salmo: ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Una invitación a poder decir cada día: ¡Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo!

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