Reflexión lunes 14 de julio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,34–11,1):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Palabra del Señor
Reflexión
Jesús continúa hoy su discurso para la misión, para preparar a sus discípulos a la tarea que les va a encomendar. Para esto utiliza algunas expresiones duras, difíciles, que nos hablan de la urgencia e importancia de esta misión. Ésta solo se entiende desde el seguimiento de Jesús y esto implica una gran radicalidad, incluso que haya una división dentro de las familias. No hay ninguna realidad que sea más importante que seguir a Jesús. Y eso implica cargar con la cruz y seguirlo, perder la vida para ganarla de modo definitivo. En la misión representamos a Jesús, la actitud que tienen con nosotros es como si la tuvieran con Él. Cualquier gesto de acogida o de ayuda, por pequeño que parezca, tendrá una gran recompensa. A nosotros nos toca concretar esa misión en el entorno en que estamos.





