Reflexión martes 26 de marzo
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
– «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
– «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
– «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
– «Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
– «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me busca¬réis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
«Donde yo voy, vosotros no podéis ir»»
Simón Pedro le dijo:
– «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió:
– «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
– «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
– «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».
Palabra del Señor
Y aunque pueda parecer el fracaso de la misión, la Palabra invita a la confianza: en realidad mi derecho lo llevaba el Señor. A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre.
La misión del Siervo no termina en la Cruz: Ahora es glorificado el Hijo del hombre.
El Evangelio nos sitúa ya en Última Cena. En ella Jesús hace dos anuncios sorprendentes: la traición de Judas y las negaciones de Pedro.
Jesús había defraudado las expectativas de Judas: el proyecto de Jesús no es el que Judas espera. Se siente defraudado. Dice Benedicto XVI que la culpa más grave de Judas fue la falsedad, que es la marca del diablo.
Y nos pone delante el drama y el misterio de la libertad humana. La clave está en la conversión: dichoso aquel que no se escandalice de mí (cf. Lc 7, 23). La clave está en invocar cada día al Espíritu Santo, para que nos dé un corazón nuevo, que tenga los mismos sentimientos y actitudes que Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5).
El anuncio de las negaciones de Pedro manifiesta que el seguimiento de Cristo y el dar la vida por él no son posibles sólo en las fuerzas humanas. Ni Pedro ni nadie puede dar testimonio de Jesús antes de que aparezca el Espíritu Santo, que es el que os dará fuerza para ser mis testigos hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1, 8).
Además, Pedro pretende dar la vida por Jesús antes de que Jesús entregue su vida por Pedro: sólo después podrá seguirle de verdad y dar su vida por él.