Reflexión martes 5 de mayo
Jn 10,22-30:
Yo y el Padre somos uno.
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
– «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
– «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
REFLEXIÓN
UNIVERSALIDAD DE LA FE
La primera lectura de hoy nos dice que, desde el principio, la Buena nueva fue predicada a todos los hombres, sin distinción alguna (Hch 11, 19-26). La fe cristiana arraigó entre personas que provenían de cualquier condición, personas cultas, importantes y, ante todo, de condición sencilla: soldados de tropa, bataneros, esclavos, comerciantes, etc. Que la fe cristiana fuera proliferando a través de la gente sencilla llamó mucho la atención. Sin embargo, aan Pablo recuerda a la comunidad de Corinto que su razón de ser no está en ellos mismos para que no se enorgullezcan: «considerad, hermanos quiénes son los que han sido llamados a la fe de entre vosotros: cómo no sois muchos los sabios según la carne, ni muchos los poderosos, ni muchos los nobles» (1Cor 1, 26). Esto quiere decir que, ante la llamada universal del anuncio de la Buena nueva, no importa tanto las capacidades humanas que se posean, porque si la evangelización dependiera de ellas, ¿cómo se vería con claridad que la eficacia de tal evangelización es divina? Ciertamente, lo que realiza el cristiano y tiene un “éxito” cristiano es porque detrás está Dios. Es lo que Jesús dice hoy en el Evangelio: «las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí».
ORACIÓN
COMUNIÓN ESPIRITUAL
Jesús,
creo realmente que estás en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas
y deseo recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
ven al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido,
te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti,
Tú que te dignaste por amor a morir por mí.
Amén
Con el deseo de que estéis bien,
Capellanes de la UCV.