Reflexión del martes, 27 de abril

eSCUCHA

EVANGELIO

Jn 10,22-30

Yo y el Padre somos uno

    Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

– «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

Jesús les respondió:

– «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

 

Oración

Te pedimos,
Señor todopoderoso,
que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado
aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados.

Amén

 

Reflexión

Este pasaje del Evangelio sucede en la Fiesta de la Consagración o Hannukah, la consagración del altar del Templo reconstruido por los Macabeos. Es llamativo el significado de la palabra “consagrar”. Ella viene del latín consecrare que significa “reservar algo para lo Sagrado”. Por lo que, el Templo de Jerusalén, su altar, estaban destinados solo para el uso sagrado.

Los cristianos católicos también consagramos las iglesias y los altares, pero, además, nosotros mismos estamos consagrados a Dios por el Bautismo, consagración que nos confiere «la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo» (LG 9). Ciertamente, desde los comienzos de la Iglesia, la fe en esto hizo que cualquier ser humano fuera vista no como una cosa o una mercancía, sino como una persona, alguien con una dignidad inalienable.

Los judíos hacen una pregunta a Jesús y Jesús, parece ser, que percibe a los judíos como extraños a su rebaño. ¿Por qué? En relación a todo el discurso del Buen Pastor, porque ellos han seguido a los mercenarios.

Nosotros podemos seguir al Buen Pastor o a los mercenarios; nosotros podemos ir detrás de Alguien que da la vida por nosotros o podemos acomodarnos a cualquier tipo de relación en la que unos sacan provecho de los otros; nosotros podemos ser conscientes de nuestra dignidad al ser tratados como personas o podemos dejarnos usar de la misma manera como se usa de las cosas. La continua disyuntiva se nos podría presentar como un poco irrisoria. Si es así es porque no sabemos lo determinante que es en nuestra vida el sentirnos amados para, de este modo, poder amar a los demás.

pastoral

pastoral

Leave a Comment