23 jul

Reflexión miércoles 10 de mayo

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

       El que es de Cristo es una criatura nueva y va dando frutos de santidad. Pero para poder dar esos frutos, la clave está en permanecer unidos a Cristo, porque sin mí no podéis hacer nada, porque Él no es simplemente “un sabio” sino que es el Señor, el Salvador.

       La Palabra nos ha dado algunas pistas de lo que significa ese permanecer.

       El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Estamos llamados a vivir una relación personal, una relación de amor: vivir en comunión con el Señor, tener sus mismos sentimientos y actitudes. Preguntarle cada día: Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Cómo quieres que viva hoy? Ser cristiano no es un moralismo, un cumplimiento de normas, sino un seguimiento del Señor, un dejarte llevar por donde Él quiera llevarte.

        El sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid. Recuerda que tú no eres dios; tú no te das la vida a ti mismo. Necesitas estar unido al que es, a Jesucristo.

       Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. El discípulo vive de escuchar al Maestro, de dejarse “podar” por la Palabra, que tiene vida eterna. De dejar que esta Palabra te vaya re-creando, dándote la mente de Cristo. Dejarse podar también por la Cruz, por tu cruz.

       Y también permanecer en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. No has sido creado para la soledad, sino para la relación, la comunión y la donación. Darás fruto si vives en comunión con la Iglesia, con los hermanos que el Señor te ha dado. Darás fruto viviendo la fe en la Iglesia, recibiendo de ella los sacramentos, especialmente la Eucaristía y alabando al Señor con los hermanos y sirviéndoles con generosidad.

      Esa es la clave para poder vivir este tiempo de dificultad como un tiempo de gracia: permanecer en el Señor.

       Y todo ello animado por el Espíritu Santo. No en tus fuerzas, sino en la fuerza del Espíritu. Dejándote llenar por sus dones, acogiendo los carismas y buscando en todo la gloria de Dios y no la tuya. Buscando en todo hacer la voluntad de Dios y no la tuya.

       Jesucristo es la piedra angular sobre la que el Espíritu Santo quiere construir el edificio de tu vida.

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Acción Familiar

«Yo soy la vid y ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto» (Juan 15, 6).

Gesto

  1. Encendemos una vela o colocamos una estampita o foto de la Virgen delante.
  2. Comienzo: En el nombre del Padre… (Señal de la Cruz)
  1. Pedimos la intercesión de la Virgen por ser mayo su mes: Virgen purísima en el parto. – Purifica nuestras palabras: Avemaría.
  1. Gesto en Familia:
  1. La pureza comienza en los sentimientos. ¿Cómo me encuentro hoy? ¿Cómo estoy con Dios? ¿Tengo algo que agradecer? Doy las gracias … ¿Hay algo que lamento? Pido perdón … – Comparto estos sentimientos con mi familia.
  1. Oración final:

Dios creador del universo, de la luna y las estrellas,

de la tierra, de cada molécula, átomo, de todo lo que es y existe:

estás en cada latido de mi corazón.

Estás conmigo, ahora.

 

Dios mío, te pido ayuda

para librarme de mis preocupaciones,

para estar atento a este tiempo de oración,

para llegar a amarte y servirte cada vez más.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos.

 

Amén.

pastoral

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