15 mar

Reflexión miércoles 15 de marzo

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

En nuestro camino hacia la Pascua, hacia el encuentro con Jesucristo vivo, hoy la Palabra nos invita a la conversión a la fidelidad.

La fe es vivir una historia de amor con el Señor: haber descubierto que Dios te ama gratuitamente, que Jesucristo ha muerto y ha resucitado porque te ama, que el Espíritu Santo está realizando en ti la obra de la santidad, y vivir cada día respondiendo a este amor.

Por eso, la fe no es una carga, sino un don; no es una ideología, sino una vida; no es una exigencia, sino un regalo.

Porque no se vive con espíritu de esclavo, sino con corazón de hijo (cf. Rom 5, 5; 8, 15).

Y Dios que nos ama, nos habla, a través de su Palabra y también a través de los acontecimientos de la historia.

Como consecuencia de la Alianza que Dios ha hecho con su pueblo, Él nos regala los Mandamientos como las diez palabras de la vida, como el camino que nos lleva a la felicidad y a la vida eterna.

También nos invita a vivir la vida como historia de amor y de salvación: cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.

Y todo vivido en fidelidad, que es una de las consecuencias del amor.

Fidelidad a la Palabra: no somos dueños, sino servidores de la Palabra, y no podemos manipularla ni “descafeinarla”, según nuestros intereses o conveniencias, tal vez porque confiamos en nuestras fuerzas y somos incapaces de acoger la novedad del Espíritu.

Fidelidad a la historia: sin robarle la gloria a Dios, Glorifica al Señor, Jerusalén…, con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos, sino proclamando tu Magnificat: que Dios es fiel y cumple sus promesas, que está haciendo en ti obras grandes.

¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

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