23 feb

Reflexión miércoles 23 de febrero

Del Evangelio según san Marcos 9,38-40:

En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:

«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».

Jesús respondió:

«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

En el Evangelio de hoy contemplamos como alguien, que no era de los discípulos de Jesús, había expulsado demonios en su nombre, y cómo el apóstol Juan quería impedirlo, pero Jesús no lo permite y aprovecha la ocasión para enseñar a sus discípulos que Dios puede obrar cosas buenas y hasta prodigiosas incluso fuera de su círculo.

Es una invitación a vencer la tentación de los celos y la envidia, esa cizaña que, con tanta facilidad y astucia, siembra el enemigo.

El Espíritu sopla donde quiere y, al final, por sus frutos los conoceréis. ¿Qué frutos? El primero, confesar que Jesús es Señor (cf. 1 Cor 12, 3) y luego: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí (cf. Gal 5, 22-23).

Es una invitación a no apagar el Espíritu: No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo; quedaos con lo bueno (1 Tes 5, 19-21).

Obrar en el nombre de Jesús no es una simple frase retórica, sino que su autenticidad se verifica en los frutos. La Palabra hoy nos concreta alguno de ellos.

Quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El Espíritu nos conduce a Jesucristo: El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena… Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará (cf. Jn 15, 13-15).

El que no está contra «nosotros» está a favor «nuestro». Participar con alegría en la misión de la Iglesia es uno de los signos. Dejarte llevar por el Espíritu, para buscar no tu vanidad o tu autocomplacencia sino la gloria de Dios y el bien de la comunidad; siempre en comunión con la Iglesia, y nunca queriendo utilizar al Espíritu para hacer tu proyecto.

Es una llamada a estar abiertos al Espíritu, pero sin confundirlo con “nuestros” deseos o proyectos ni con los engaños y astucias del enemigo, sino con un verdadero deseo de hacer siempre la voluntad de Dios, en comunión con la Iglesia, porque el mismo Espíritu da a la jerarquía de la Iglesia, la capacidad de discernir los carismas auténticos, para recibirlos con alegría y gratitud, para promoverlos con generosidad y acompañarlos con paterna vigilancia (cf. Iuvenescit Ecclesia, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

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