27 ene

Reflexión miércoles 27 de enero

PRIMERA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 1-10

En aquellos días, vino esta palabra del Señor a Natán:

Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.

Pero Cristo, “después de haber ofrecido” por los pecados un único sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.

Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo.

En efecto, después de decir:

«Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días», añade el Señor:

«Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente, y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas».

Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL   Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4 (R∫.: 4bc)

  1. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

V∫. Oráculo del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» R.

  1. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

V∫. Desde Sión
extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.

  1. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

V∫. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.» R.

  1. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

V∫. El Señor lo ha jurado
y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.» R.

  1. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

ALELUYA

R∫.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V∫. La semilla es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo;  todo el que lo encuentra vive para siempre. R∫.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó, y el gentío se quedó en tierra junto al mar.

Les enseñó muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos:

«Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Y añadió:

«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.

Él les dijo:

«A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”».

Y añadió:

«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

La clave para entender hoy la Palabra que el Señor nos regala nos la da el versículo del Aleluya: La semilla es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo; todo el que lo encuentra vive para siempre

       Ser cristiano es dejar crecer esta semilla que recibiste como un don gratuito el día de tu bautismo.

       ¿Cómo?

Ha terminado la parábola del sembrador diciendo que los que reciben la semilla en tierra buena, escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.

       Tres tiempos: escuchar, aceptar, dar fruto.

En primer lugar, escuchar, que es más que oír. Es invocar al Espíritu Santo, para que con el don de entendimiento te unja la Palabra y la puedas acoger como lo que es, una palabra de amor, de vida y de salvación que Dios, tu Padre, te dirige a ti.

Después, aceptar: es decir, acoger, fiarte, creer. No defenderte ante la Palabra, ni rechazarla, ni manipularla, sino desear vivirla en tu vida.

Y también dar fruto: será el signo de que has escuchado y acogido. Dar fruto, no como un perfeccionismo narcisista que acaba robándole la gloria a Dios, sino -en medio de la precariedad- proclamando la obra que el Señor va haciendo en tu vida.

También nos ha advertido la Palabra de varios peligros que no dejan crecer la semilla.

       Viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Ojo con el demonio, que aprovecha cualquier circunstancia para robarnos la semilla: el que no te “guste” la Palabra, la persona que te propone la Palabra…

       Son inconstantes. Nos hemos de animar unos a otros a caminar y pedirle al Espíritu Santo el don de la perseverancia.

       Los afanes de la vida, la seducción de las riquezas… ahogan la palabra y se queda estéril. En el Aleluya de ayer cantábamos: Señor, has revelado los secretos del Reino a la gente sencilla.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

CANTO

Jon Carlo – Estaré Contigo (Video Lyric) – YouTube

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