5 oct

Reflexión miércoles 5 de octubre

Del evangelio según san Mateo 7,7-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!»

Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

      Celebramos hoy el día de Acción de Gracias y de Petición.

      Cada una de las lecturas nos da una clave de la celebración.

       La Iglesia vive para alabar y dar gracias a Dios. Ella es, a lo largo de la historia, testigo de la fidelidad de Dios, de un amor que no muere.

      La fe se vive en la gratuidad y se expresa en la alabanza. Gratuidad y alabanza son inseparables.

       El Salmo ha comenzado por recordarnos lo fundamental: Señor, Tú eres rey y soberano de todo. De ti viene la riqueza y la gloria.

       Todo es don, todo es gracia. ¿Tienes algo que no hayas recibido? (cf. 1 Co 4, 7): Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas.

       ¡Dale gracias a Dios! ¡Por hechos y cosas concretas! Si no puedes, es señal de que no “ves” el amor de Dios en medio de tu vida. ¡Necesitas el Espíritu Santo! Pídelo. Y dile: Señor, yo quiero verte.

      También es un día para pedir perdón al Señor por tus pecados. Dios no deja de amarte nunca. Precisamente por eso, no debes esconder tus pecados, sino entregárselos al Señor y humildemente pedirle perdón. Pedirle un corazón nuevo y desear vivir cada día en la voluntad del Señor. Y acércate al Sacramento de la Penitencia y experimenta la gracia del perdón, el abrazo de la misericordia de Dios.

       Y es un día de petición. Dios te da en cada momento de tu vida lo que tú necesitas, aunque muchas veces no coincide con lo que pides, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene. Por eso, necesitamos el Espíritu Santo, que intercede por nosotros con gemidos inefables. Y por eso lo primero que has de pedirle es ¡el Espíritu Santo!

       ¡Ven Espíritu Santo!  (cf. Lc 11, 13).

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