
Reflexión miércoles 9 de abril
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
Palabra del Señor
Reflexión
En el Evangelio nos dice Jesús que Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres, mientras que quien comete pecado es esclavo. Dice Benedicto XVI que Jesucristo es la Verdad hecha Persona, que atrae hacia sí al mundo. Él es el camino, la verdad y la vida. Jesús es la “estrella polar” de la libertad humana: nos hace libres y dirige nuestra libertad hacia el bien, liberándola de la ceguera de nuestro corazón herido por el pecado original. Pero para ello, nos hemos de mantener en la Palabra y dejar que el Espíritu Santo sea nuestro maestro. Entonces contemplarás tu vida con los ojos de Dios y podrás vivir en la bendición y en la alabanza, porque el Espíritu sellará en tu corazón que no hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús (cf. Rom 8).