19 feb

Reflexión sábado 18 de febrero

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-13):

EN aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía qué decir, pues estaban asustados.
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Le preguntaron:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Les contestó él:
«Elías vendrá primero y lo renovará todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito acerca de él».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

El pasaje del evangelio de Marcos nos presenta en su inicio un detalle muy importante que podría pasar desapercibido: “Jesús toma consigo a Pedro, santiago y Juan” (v.2). Se trata de una acción “el tomar consigo” que nos sitúa en la lógica de la acción divina. Efectivamente, para que podamos seguir a Jesús es necesario que El tome la iniciativa, así es como actúa Dios y así es la vocación (el ser llamados y convocados por Otro), para descubrir el misterio divino que solo es posible desde la invitación que El nos hace. Siempre ha sido así en el contexto de la economía de la salvación, el amor agape de Dios que nos busca como pueblo para que nosotros libremente respondamos a este amor. Pero, es evidente, que  esta iniciativa ha de encontrar eco en nuestras almas y para que esto suceda el único camino posible es la humildad: “Solo los que son como niños se dejan llevar con un amor confiado” (Cfr. Francisco), pues nadie puede llegar por sus propias fuerzas a experimentar la gloria del Tabor sino le es dado como don. Esta experiencia solo es posible desde la gracia y en el hacerse pequeños. Como requisito previo es necesaria la actitud de la humildad y desde esta aparecen como frutos fecundos la fe y la confianza. Para ser llevados a una experiencia sublime que transforme nuestras vidas hay que ser como niños y hacerse como tales (Mt 18, 3). Todos hemos sido invitados a ser llevados en nuestra propia biografía y solo desde esta respuesta o disposición interior podremos tener esta experiencia que tuvieron Pedro, Santiago y Juan. De la desconfianza no puede nacer el decir: “¡Qué bueno que estemos aquí, hagamos tres tiendas!”. El texto evangélico nos sitúa en el núcleo de nuestra fe, como perfectamente entendió San Juan de la Cruz: “Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes. Para venir a poseer lo que no posees,
has de ir por donde no posees” (Versillos  del Monte de la Perfección).

pastoral

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