20 dic

Reflexión sábado 25 de marzo

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN:

Hay algo que se destaca la lectura del evangelio y es la absoluta disponibilidad que tiene la Virgen frente a ese designio, a esa invitación que le hace Dios Padre a través del ángel: ser nada más ni nada menos que la madre de Jesús. No sabemos si María entiende del todo lo que está ocurriendo, pero le basta saber que lo que viene, viene de Dios para abandonarse y confiar, dejarse llevar por el amor de Dios y hacerse toda obediente y toda disponible.

Pensemos en el día de hoy en estas actitudes. Poder también nosotros seguir descubriendo cuáles son aquellas cosas de las cuales estamos llenos, que no pertenecen, que no son, que no se corresponden con Dios y dejarlas de lado como hizo la Virgen María. Hacernos también nosotros “vírgenes” para poder recibir completa la Buena Noticia de un Dios que nos trae la salvación y no se deja ganar en generosidad. Hacer el último esfuerzo de la cuaresma para celebrar que ese Hijo, engendrado en el señor virginal de María, va a entregar su vida por nosotros: examinar cuáles son las cosas que no podemos seguir viviendo si queremos definitivamente ser hijos de Dios. Y entonces ser como la Virgen y confiar. Después de todo esto, postrarnos delante de la voluntad de amorosa de Dios y decirle “Sí, en Ti confío, haz lo que quieras conmigo”, que es la traducción más hermosa de “hágase en mí según tu Palabra”. Démosle a Dios la posibilidad que siga obrando prodigios y milagros, también a través de nuestro SÍ, como es el SÍ de la Virgen Madre y su amor se contagie a muchos más hermanos, especialmente las víctimas de tantas injusticias impuestas por la cultura de mercado y del descarte.

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