Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,16-23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor
Reflexión
El Señor en el evangelio se ve en la necesidad de arengar a sus discípulos en la misión, el cristiano está en el mundo sin ser del mundo (Jn 15, 19), y en este mundo de lobos, de lobos disfrados de corderos, el cristiano debe sentirse arropado por la misericordia del Señor, que nos estrega al Defensor, al Paráclito, para que nos susurre nuestra defensa, que nos ayude a perseverar. Perseverar es un verbo que este mundo no sabe conjugar, y la gente va al viento que mas conviene, hoy soy de una cosa y mañana de otra porque conviene. Que el Señor nos ayude a perseverar en nuestra fe, en su misericordia, y como San Francisco Javier, sepamos enfrentarnos a los «lobos» de este mundo acogidos al Señor que todo lo puede y que todo lo hace nuevo.
San Francisco Javier (1506–1552), misionero jesuita Carta 131, 22 octubre 1552
«Mirad que os mando como ovejas entre lobos» Corremos dos peligros según el parecer de la gente del país. El primero es que el hombre que nos conduce, después de haberle pagado, nos deje en cualquier isla desierta o nos eche al mar, con el fin de salvarse del gobernador de Cantón. El segundo es que si nos lleva a Cantón y llegamos estando presente el gobernador, éste nos dé malos tratos o nos meta en la cárcel, porque a lo que vamos es una cosa inaudita. Hay numerosos decretos que prohíben a quien sea la entrada en la China y, sin la autorización del rey, a los extranjeros les está estrictamente prohibido penetrar en ella. Además de esos dos, hay otros muchos peligros y más grandes que ignoran la gente del país y que sería muy largo describirlos; sin embargo no dejaré de citar algunos.El primero es que perdamos la esperanza y la confianza en la misericordia de Dios. Es sólo por su amor y en su servicio que deseamos hacer conocer su ley y a Jesucristo, nuestro Redentor y Señor. Él lo sabe bien puesto que es él quien, en su santa misericordia, nos ha comunicado estos deseos. Ahora bien, desconfiar de su misericordia y de su poder en medio de los peligros en los que nos podemos encontrar para su servicio, es un peligro incomparablemente mayor que los males que nos pueden sobrevenir de los enemigos de Dios. Efectivamente, si el mayor servicio a él lo pide, es él mismo quien nos guardará de todos los peligros de esta vida, y sin el permiso y la autorización de Dios, nada pueden hacernos los demonios y sus ministros»